sábado, 11 de julio de 2009

LA NOTA CONTRA.¿DESPUES DE MUERTO TODOS SOMOS BUENOS?






LA NOTA CONTRA.¿DESPUES DE MUERTO TODOS SOMOS BUENOS?

POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
Maracaibo. Estado ZULIA. República de Venezuela. América del Sur.
Redactada y publicada en la red: SÁBADO 11 de JULIO de 2009.

El primer semestre del corriente año 2009 ha sido testigo de la desaparición física de gente muy importante, de celebridades, de personas muy notorias y notables en los diversos campos y ámbitos que integran la sociedad actual. Algunos de los que fallecieron fueron en este mundo terrenal grandes literatos, científicos de reconocida trayectoria, beisbolistas de gran fama, artistas, cantantes, músicos, estrellas de cine, políticos, religiosos de renombre, premios noveles de la paz, profesionales en distintas disciplinas humanísticas y científicas, toreros, gente de extracción económica y social muy pobre, personas de todos los niveles académicos y sociales sin ninguna trayectoria etc. . Pero también han muerto personas que durante su pasantía vivencial exhibieron una vida truculenta, caracterizada por la anomia, los escándalos públicos en las diversas facetas de su vida, tales como escándalos políticos, sexuales, situaciones y problemas mezclados con las drogas, bien por su adicción o por su tráfico, actos de pederastia, pedofilia, homosexualismo, lesbianismo, enredos policiales, prostitución, comisión de fraudes, estafas, engaños, traiciones , evasión de impuestos, actos de latrocinio, homicidios, actos incestuosos, violaciones, secuestros y muchas otras actividades en el denso y complejo mundo del mal vivir.

Poco importa si usted fuere un pedofilo, un servidor de Dios, un ladrón, un traficante de drogas, un religioso a carta cabal, un buen padre de familia, un ejemplar ciudadano, un pillo de siete suelas, un homicida, un estafador, una persona de vida licenciosa o el más experto engañador o malviviente. Todos después que hayan muerto recibirán una gran dosis de comprensión por todas las maldades cometidas en su vida terrenal. Si es un asesino quien murió, dirán que aunque asesinó a siete personas, era un buen hijo y tenía buenos sentimientos. Si se tratase de un violador, podrían afirmar que fue un gran colaborador de las causas nobles. Si fue un gran artista, pero las drogas y su creciente prontuario policial y judicial, por haber cometido varios crímenes de orden sexual y sobre todo en contra de los niños, algunas personas pretenderán ocultar este lado oscuro que tenemos toda la personas, y por el contrario opinarán que se trató en realidad de una gran persona, que tenía bajo su responsabilidad muchas fundaciones a las cuales aportaba gran cantidad de dinero y de bienes, que era muy amigo de tal y Pascual, que su sentimientos eran nobles, que la culpa de sus conductas criminales e inmorales, no fue de el, si no de sus padres que no le dieron una buena formación doméstica y encima de ello lo abusaban de diferentes maneras, incluyendo el abuso psicológico y el abuso sexual, y que por ello habría que olvidar esa parte negativa de su vida. Aclaro que no me refiero a una persona en particular y que cualquier semejanza o parecido con algún hecho real es pura coincidencia.

Y así pudiéramos multiplicar los diferentes ejemplos que la vida cotidiana nos presenta en relación con los que ya han partido de la dimensión material, terrenal y humana. Sin embargo es importantísimo aclarar que no obstante nuestra buena disposición a justificar, neutralizar, flexibilizar e incluso olvidar nuestras buenas o malas acciones en el ciclo vital que nos tocó desarrollar, ello es prácticamente imposible, por una razón muy sencilla: cada acto humano tiene una contraprestación. Esta aseveración tiene su fundamento no solamente en las leyes, normas y preceptos de naturaleza humana, si no en el libro más antiguo de la humanidad, en las normas iniciales de la existencia humana: la palabra de Dios contenida en la santa Biblia.

Estas afirmaciones son fácilmente corroborables. Las leyes humanas no son sino un esfuerzo por copiar las leyes de la naturaleza y las leyes naturales, que en definitiva tienen sus origenes en un ser superior, en una fuente extra humana y superior a la especie humana. Lo que más se asemeja al derecho natural, a la palabra de Dios, es la ciencia del derecho, pues ésta regula las conductas entre los individuos con el fin de establecer la verdad y la justicia en sus conflictos. Las normas jurídicas contienen un fundamento ético y social y además consagran el valor justicia como un valor al cual propende. La justicia tiene diferentes acepciones, desde la acepción romana: "darle a cada quien lo suyo" hasta aquella que concibe a la justicia más cerca de la equidad: "entendida ésta como la justicia de cada caso concreto o como la justicia en acción". Como observará el lector, en el presente, la justicia no puede comprimirse en un solo espacio, ni en una sola situación. La aplicación de la justicia tiene que ver con la situación fáctica o situación de hecho a la cual deberá aplicarse. Ello define una nueva concepción de la justicia y en tal sentido pudiéramos afirmar sin temor a equivocarnos, que no existe un solo criterio, ninguna opinión única en la cual pueda subsumirse el valor justicia.

A lo anterior cabría agregar la existencia de varios tipos de justicia, pero esencialmente dos tipos: la justicia humana y la justicia divina. La justicia humana, justamente por ser humana y cargada de imperfecciones, resultará imperfecta aunque perfectible, por lo cual los errores que se cometen en la administración de la misma son frecuentes, no asombra condenar a un hombre a la pena de muerte, evidenciándose posteriormente la inocencia de aquella víctima. O de condenar a alguien cuando realmente no era culpable. Pero la justicia divina es irrefutable, incuestionable, inequívoca, es una justicia realmente justa, perfecta y equilibrada. Pero dicho sea de paso, es también una justicia misericordiosa, piadosa, una justicia que presenta como abogado defensor al propio Jesús el hijo de Dios y señor nuestro, para litigar ante el trono y estrado del sumo juez: Dios padre, los hechos, situaciones, obras y actuaciones que integraron la vida de cada una de la personas. En ese juicio el acusador es el propio demonio, satan, quien se encargará preponderantemente de hacerle ver a nuestro supremo juez, lo malo que hicimos, todo lo bueno que dejamos de hacer, nuestros pensamientos impuros, nuestros deseos de agresividad, de violencia, de mala intención, de maldad etc.. Es en este escenario celestial en el cual se mueven las razones, las pretensiones, los pensamientos, los hechos, los amores y sin razones, las obras, los pecados, los actos de bien, de solidaridad, de amor, de paz, de piedad, de caridad etc.. Vendrá el perdón de nuestras faltas. Pero no podemos salir ilesos totalmente en ese juicio. Dios es un Dios justo y en consecuencia la carga y sanción de nuestros pecados va aparejada con ellos y en consecuencia debemos limpiar nuestras vestiduras para poder acceder al reino de los cielos. Esa razón es lo que justifica la existencia de un llamado purgatorio que según la palabra de Dios y los teólogos mejores entendidos en su interpretación, es un lugar en el cual debemos purificarnos, lavar nuestras ofensas, nuestras malas obras, nuestros actos pecaminosos, impuros, lesivos al prójimo y a la humanidad, limpiar la existencia terrenal que tuvimos caracterizada en muchas situaciones por la realización de parte nuestra, de actos inmorales, de violencia, de injusticia y de otros que vulneraron y transgredieron la ley de Dios.

Reflexionando de manera clara, si Jesús pagó nuestros pecados, llevándolos a la cruz, cancelando dicha factura y clavándola en la propia cruz, extendiendo el perdón de esos pecados pasados, presentes y futuros a sus victimarios y a nosotros mismos, no debe olvidarse que ese acto de amor espontáneo y voluntario del hijo de Dios y de Dios padre, no evitará que debamos cumplir y concluir alguna misión para limpiar nuestras vestiduras manchadas con nuestras actuaciones terrenales, con nuestros pecados, por lo que el cumplimiento de esa actividad, misión o estadía en el lugar que el propio Dios elija para que la realicemos, es inevitable. En conclusión es un error, una situación de ignorancia consciente o no, afirmar el lado bueno de la personas cuando éstas se han muerto y tratar de justifica, ocultar o negar las cosas malas que el finado o el difunto haya hecho o deshecho en ésta mundana vida. Lo que sí es prudente, es no asumir la actitud de censura frecuente, despiadada, y propaladora de los rasgos y situaciones negativas que caracterizaron a una persona fallecida, sin que se mencionen también su buenas obras. En fin es más razonable, prudente y recomendable no convertirse en verdugo, juez y parte de la conducta de los demás. Pues el que esté libre de pecados que arroje la primera piedra. Animo, gozo, alegría...



ETIQUETAS: piedra, lanzar, propalar, ocultar, neutralizar,

1 comentario:

Alejandro Morales-Loaiza dijo...

Una reflexión muy necesaria bajo los tiempos que corren.

Muchos de los que han pensado en la muerte adelantada de algunos de nuestros prominentes dirigentes políticos, probablemente se han arrepentido frente al pensamiento de que, ante la ausencia prematura de alguno de estos líderes, la abundante inocencia de este país y de este mundo extraño les habrá de transformar en mártires. Por eso es que a muchos de nuestros personajillos les encanta hablar de magnicidio... mientras que otros se echan a morir de hambre. ¿Cómo que vendrá siendo cierto eso de que una buena muerte honra por toda la vida? ¡Qué ocurrencias las de Petrarca!

Un saludo siempre cordial de su dilecto discípulo.