domingo, 12 de abril de 2009

Domingo de Resurrección

Artículo: “Domingo de Resurrección”.


Por Alejandro Morales-Loaiza.


Redactado y publicado originalmente el domingo 23 de marzo de 2008.


Republicado especialmente para el INEMEGF el domingo 12 de abril de 2009.


Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia. República de Venezuela. América del Sur.



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“Al tercer día resucitó entre los muertos…”


EL DÍA DE HOY, QUERIDO LECTOR, aprovecho de llegar a usted en un tiempo que representa el gozo y la alegría más grande de toda la tradición cristiana: La resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Este suceso brinda el testimonio fiel de la misericordia de Aquel que, preexistiendo divinamente a todo lo creado, se hizo hombre, padeció y murió dentro de la más pura manifestación de amor por los seres humanos; hoy, día en que se conmemora un año más de su triunfo sobre la muerte, nos llama vivamente a seguir su ejemplo con base en nuestra propia Pasión.


Adivinará pronto la vista inteligente que esta reflexión no va a dirigida principalmente a aquellos que en buen aprovechamiento de su tiempo de descanso se dedicaron a la decadencia y la depravación típica de la temporada de Pascua, relegándose a asistir a la Santa Eucaristía por una tradición que quizá vuelva para ellos en el mes de diciembre. Es así que he querido hacer llegar mis letras con mayor énfasis a aquellos que, aún sin saberlo, tuvieron su propia semana de padecimiento y muerte espiritual y que hoy desde las profundidades esperan por una resurrección que les devuelva la tan anhelada paz a su menguada existencia.


Sí, usted que pasó cada momento de esta semana en un permanente ir y venir del pensamiento sobre la vida, la muerte y el porvenir, usted que estuvo dudando sobre si vale o no la pena conmemorar algo que sucedió hace más de dos mil años, usted que en varias oportunidades se dijo “Si existe alguien allá arriba de seguro me odia”, ¿habrá quedado ciego ante su propia Pasión? ¿Continuará de tal modo su preocupación por la existencia terrenal que hará que ignore la esperanza de una resurrección a toda muerte, de un alivio a todo dolor y de un remedio a todo mal? ¡Cuánto nos cuesta asumir las promesas de nuestro Señor Jesucristo en los momentos de crisis!


Ahora le pido que se detenga un momento y reflexione sobre la semana, sobre su propia semana de Pasión, esa semana que quizá duró meses o incluso años, y dígame ¿no merecemos acaso salir del tiempo de tribulación para gozar en Cristo una resurrección espiritual? Analicemos sinceramente y procuremos no engañarnos, ya bien dice mi querido amigo el Doctor Mervy Enrique González Fuenmayor que “también hay quien salta del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección sin pasar por la Pasión; están con el resucitado pero no estuvieron con el crucificado, todo dentro del pensamiento humano de evitar a toda costa el sufrimiento. (Seguro estoy que, aunque la salud al Doc le trató duramente en los días precedentes, el día de mañana se reirá conmigo de aquello por lo que pasó).


Si bien mi mensaje clama por que abra usted su espíritu a ataviarse con la vestidura del Hombre Nuevo de la que habló San Pablo dejando atrás los momentos aciagos, procuro en él no despreciar al sufrimiento ni al dolor por considerarles un camino muy necesario a la reconversión cristiana. Tanto como el dolor -biológicamente considerado-, cumple con la función de informarnos de que algo no va bien con nuestro cuerpo, el padecimiento espiritual nos recuerda que debemos retomar las riendas de nuestra vida y hacer ese cambio que, a manera de aliciente o medicina nos cicatrice la herida sangrante que no nos deja continuar con buen pie. Considere lo que sería del ser humano si fuese totalmente incapaz de sentir dolor ¿Cuántos de nosotros no moriríamos de una simple congestión estomacal? Es así que Dios permite que el dolor exista para algo bueno: y esto es para que no muramos en la carrera por alcanzar la vida eterna. Recordando a Cristo en el Evangelio según San Mateo “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida?” Sería totalmente nuestro el mundo si no tuviésemos dolores ni padecimientos, pero ello nos condenaría a una muerte segura.


Si en algún momento de su vida piensa que la cruz que carga es muy grande, tómela sobre su hombro y condúzcase con la fe que le hará ver que en su tribulación sigue al Maestro, y que todo el que se crucifica con Él, de corazón, como lo hizo el ladrón arrepentido, recibirá una pronta resurrección y la vida eterna. Dése la oportunidad de sufrir, dése la oportunidad de reflexionar, pero dése también la oportunidad de resucitar a través de la misericordia y el perdón.


Finalmente, mi muy querido lector, pido a Dios Padre Todopoderoso, a nuestro Señor Jesucristo, a nuestro Espíritu Santo y con la intercesión de la bienaventurada virgen madre María, que con su bendición nos permitan despertar a la renovación espiritual en la esperanza de la vida eterna. Amén y Amén.


ADDENDUM – Comentario de Mervy Enrique González Fuenmayor.


“Estas reflexiones expresadas por el colega, amigo y dilecto discípulo: abogado Alejandro René Morales Loaiza, constituyen un verdadero aporte a la interpretación correcta del significado de la Semana Mayor, conocida también como Semana Santa. Se explanan en este artículo: “DOMINGO DE RESURRECCIÓN” con profundo y certero tino las diversas aristas de este tiempo de conversión o reconversión —según sea la hipótesis de la persona que se encuentra prisionera de sus disyuntivas, o de la vorágine que genera el mundanal ruido—, y que apuntan hacia una percepción totalmente distinta a la que hoy se tiene del cómo vivir este tiempo, considerado uno de los más importantes, dentro del ritual católico. Felicito al distinguido colega Morales Loaiza por su congruente, acertado —y por demás conforme a las precisiones teológicas—, examen, análisis y conclusiones sobre su apreciación del estado degenerativo en que se encuentra la sociedad actual respecto de los valores tradicionales, trascendentales y más puros del ser humano. Del mismo modo me permito testimoniarle mi felicitación por la claridad con la cual desarrolla los aspectos bíblicos del tema. ¡Avanti caro amico!

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