LA NOTA CORTA. “LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL”.
***Dedicado a algunos “compañeros de ruta académica”.
POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR
REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED DOMINGO 02 AGOSTO DE 2009.
Resulta difícil abordar un tema tan espinoso y complejo como el de la mediocridad. El ser humano no obstante ser creación de Dios a su imagen y semejanza, santo porque santo es su creador, pero aún así el hombre criatura dilecta de Dios, creado un poco inferior a los ángeles , pero recipiendario del más grande amor de Dios, al punto que san Pablo y algunos otros apóstoles señalaron que: "el hombre es la locura de Dios, pero una locura de amor, que por eso no lo dejó perecer por su transgresión en el eden, y que por ello envió a su hijo Jesús de Nazaret para pagar nuestros pecados y hacernos dignos ante la presencia de Dios y para poder ganar el reino de los cielos. A pesar de todas estas características positivas, marcadamente celestiales y divinas, el hombre, el ser humano, el individuo, en su accionar no deja de incurrir en fatalidades, acontecimientos censurables y reñidos en principio con todo designio de Dios así como con la moral, la ética, la justicia, la verdad y todos aquellos valores que edifican y ensalzan la naturaleza humana y divina del hombre como creación de nuestro gran hacedor.
Estas reflexiones no serían auténticas e integras sino tomamos en consideración que el hombre fue dotado por Dios de libre albedrío, de discernimiento, de la capacidad de elegir sus pensamientos, sus palabras, sus acciones, sus actitudes, sus percepciones de la realidad , de un proceder, de una forma de conducirse así como de la naturaleza y características de sus interrelaciones personales y aquellas que se materializan con los miembros de su entorno, de la sociedad, de la colectividad y las consecuencias que se generan de las mismas.
La igualdad entre los seres humanos no existe. Así lo consagran las leyes humanas y divinas .No obstante esas mismas leyes nos advierten que todos somos iguales. Pero realmente la igualdad es el resultado final del reconocimiento de la desigualdad de los hombres. En tanto se puedan reconocer esas desigualdades, el tratamiento legal o celestial asumirá las mismas y podrá en efecto lograr la igualdad ,pues la debilidad o fortaleza, la inteligencia o la ignorancia, la capacidad o la incapacidad, deben incorporarse a todas las normas que regulan la vida de los hombres, ya que lo opuesto sería injusto.
Entonces las regulaciones toman como principio la desigualdad y lo hacen partiendo primeramente de la naturaleza desigual de miembros de la raza humana. Cuando Dios creó al hombre, lo creó de una manera particular, única, exclusiva y lo dotó de un alma que es inmortal, esa exclusividad le atribuye al hombre un perfil, unas particularidades, una personalidad que lo hace distinto al resto de los demás hombres. Por ello es cierto afirmar coloquialmente que “cuando Dios creó al hombre rompió el molde”, lo que se traduce en lo que se ha señalado anteriormente. Empero ello no es óbice para que se concrete en el mundo de las realidades existenciales, las desigualdades de cada individuo en relación a los otros. Ya se ha dicho hasta la saciedad que la misma es el resultado de las capacidades, habilidades, destrezas, aptitudes, inteligencia, pensamientos palabras y acciones del ser humano. El hombre es responsable de sus propios actos, y éstos tienen su génesis en su capacidad para elegir lo que considera bueno malo, moral, ético y ajustado a sus propios intereses. Y es precisamente en este último aspecto, en el cual el hombre comienza una larga carrera de errores, de omisiones, de la comisión de hechos que no son conformes ni a la palabra de Dios, ni a los intereses trascendentes y más supremos de la sociedad, de la humanidad y de la justicia.
Cada individuo asume una posición y desarrolla una actividad según sus planes y proyectos en los diferentes ámbitos, espacios o escenarios del campo social en el cual se mueve e interactúa, dependiendo de su profesión, de la actividad habitual que realiza y de sus propios intereses. En estas reflexiones he creído pertinente mostrar lo que al respecto apunta el filósofo español José Ingenieros- - - sin que ello implique solidarizarse con todo lo que expresa - - -en relación con la mediocridad intelectual. Y debo aclarar que la selección que la temática no ha sido al azar. La razón fundamental de que expongamos este tema es la situación que vive la universidad venezolana, sobre todo en el campo de la investigación y la docencia, en la cual la mediocridad parece ser el distintivo de la mayor parte de los integrantes de esta élite. En mi condición de docente e investigador universitario puedo dar fe de ello. La envidia, la incapacidad, la soberbia que oculta una ignorancia supina, el reconocimiento engañoso del triunfo de lo demás, el brillo aplomado con que suelen lucirse los que medran en los vericuetos de la confusión, los que utilizan el ascensor del oportunismo y no la escalera del esfuerzo, de la perseverancia y del trabajo científico prolijo, productivo y creador, constituyen las imágenes que en el fulgor rutilante de las marquesinas, exhiben sin pudor alguno ,nuestras universidades, y a veces con el silencio cómplice de quienes tienen la responsabilidad de dirigir los destinos de estas casas superiores de estudio , en sus diferentes niveles , desde las jerarquías más relevantes de poder académico, pasando por las unidades medias, centros de investigación, jefatura de departamento, direcciones de posgrado etc. “Todo es posible en estas universidades “lo cual si se quiere conservar la salud ética, moral y académica”, se deberá mantener alejado de todo ese ambiente infiltrado e invadido por mediocres intelectuales, que mediante la engañifa y el fraude académico, pretenden ocupar posiciones de notorio y notable reconocimiento universitario, científico y social. Seguramente estas reflexiones acrecentarán del número de mis adversarios, pero que se le va hacer, “con la verdad ni temo ni ofendo”( ARTIGAS),”la verdad os hará libres (santa Biblia).
Dejemos entonces que el lector disfrute de la genialidad y del verbo profundo, complejo y denso de José Ingenieros, quien refiriéndose a la mediocridad intelectual nos dice:
“II. LOS ESTIGMAS DE LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL
En el verdadero hombre mediocre la cabeza es un simple adorno del cuerpo. Si nos oye decir que sirve para pensar, cree que estamos locos. Diría que lo estuvo Pascal si leyera sus palabras decisivas: "Puedo concebir un hombre sin manos, sin pies; llegaría hasta concebirlo sin cabeza, si la experiencia no me enseñara que por ella se piensa. Es el pensamiento lo que caracteriza al hombre; sin él no podemos concebirlo" (Pensées; XXIII). Si de esto dedujéramos que quien no piensa no existe, la conclusión le desternillaría de risa. Nacido sin esprit de finesse, desesperaríase en vano por adquirirlo. Carece de perspicacia adivinadora; está condenado a no adentrarse en las cosas o en las personas. Su tontería no presenta soluciones de continuidad. Cuando la envidia le corroe, puede atornasolarse de agridulces perversidades; fuera de tal caso, diríase que el armiño de su candor no presenta una sola mancha de ingenio.
El mediocre es solemne. En la pompa grandílocua de las exterioridades busca un disfraz para su íntima oquedad; acompaña con fofa retórica los mínimos actos y pronuncia palabras insubstanciales, como si la Humanidad entera quisiese oírlas. Las mediocracias exigen de sus actores cierta seriedad convencional, que da importancia en la fantasmagoría colectiva. Los exitistas lo saben; se adaptan a ser esas vacuas personalidades de respeto, certeramente acribilladas por Stirner y expuestas por Nietzsche a la burla de todas las posteridades. Nada hacen por dignificar su yo verdadero, afanándose tan sólo por inflar su fantasma social. Esclavos de la sombra que sus apariencias han pro yectado en la opinión de los demás, acaban por preferirla a sí mismos.
Ese culto de la sombra oblígalos a vivir en continua alarma; suponen que basta un momento de distracción para comprometer la obra pacientemente elaborada en muchos años. Detestan la risa, temerosos de que el gas pueda escaparse por la comisura de los labios y el globo se desinfle. Destituirían a un funcionario del Estado si le sorprendieran leyendo a Boccaccio, Quevedo o Rabelais; creen que el buen humor compromete la respetuosidad y estimula el hábito anarquista de reír.
Constreñidos a vegetar en horizontes estrechos, llegan hasta desdeñar todo lo ideal y todo lo agradable, en nombre de lo inmediatamente provechoso. Su miopía mental impídeles comprender el equilibrio supremo entre la elegancia y la fuerza, la belleza y la sabiduría. "Donde creen descubrir las gracias del cuerpo, la agilidad, la destreza, la flexibilidad, rehúsan los dones del alma: la profundCidad, la reflexión, la sabiduría. Borran de la historia que el más sabio y el más virtuoso de los hombres Sócrates bailaba". Esta aguda advertencia de Montaigne, en los Ensayos, mereció una corroboración de Pascal en sus Pensamientos:
"Ordinariamente suele imaginarse a Platón y Aristóteles con grandes togas y como personajes graves y serios. Eran buenos sujetos, que jaraneaban, como los demás, en el seno de la amistad. Escribieron sus leyes y sus retratos de política para distraerse y divertirse; ésa era la parte menos filosófica de su vida. La más filosófica era vivir sencilla y tranquilamente." El hombre mediocre que renunciara a su solemnidad, quedaría desorbitado; no podría vivir.
Son modestos, por principio. Pretenden que todos lo sean, exigencia tanto más fácil por cuanto en ellos sobra la modestia, desde que están desprovistos de méritos verdaderos. Consideran tan nocivo al que afirma las propias superioridades en voz alta como al que ríe de sus convencionalismos suntuosos. Llaman modestia a la prohibición de reclamar los derechos naturales del genio, de la santidad o del heroísmo” (INGENIEROS José. EL HOMBRE MEDIOCRE. Caracas-Venezuela. Editorial Panapo..Páginas 48-50)de
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lunes, 3 de agosto de 2009
LA NOTA CORTA. “LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL”.
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