ARTÍCULO. ¿LA INTOXICACIÓN INTERIOR… UNA PRÁCTICA COMUN?
POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR
REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED JUEVES 13 AGOSTO DE 2009
Aunque no soy médico de profesión, la experiencia me permite visualizar diferentes tipos de enfermos. Hay aquellos que muestran síntomas objetivos de su enfermedad y en consecuencia es fácil reconocerlos. Acuden donde el médico, reciben sus diagnósticos, les ofrecen sus prescripciones y como corolario, puede cualquiera advertir, que cumplen con esa prescripciones. Con el perdón de los especialistas en medicina: "son los enfermos típicos, clásicos u ortodoxos" (terminología rudimentaria que utilizo particularmente para referirme a ése tipo de enfermos). Pero hay otros que presentan una patología distinta. He aprendido que, existen enfermos orgánicos, es decir que sus padecimientos y manifestaciones pueden medirse físicamente, en cambio que otros alojan sufrimientos, alteraciones y dolores, que solamente existen en su mente. Los médicos llaman a este tipo de pacientes: "enfermos mentales". Terminología que hoy ha sido sustituida por algunos otros calificativos o designaciones, que van desde el estrés simple, pasando por el estrés emocional, o tal vez el estrés activo o puede ser el estrés pasivo; proyectándose tales enfermedades hacia otras más graves que tienen que ver con la esquizofrenia, la demencia, la agresividad emocional, la locura y otras tantas enfermedades vinculadas con la conducta, la mente, las emociones, y para otros que no son médicos, enfermedades relacionadas con el espíritu. Sin olvidar las llamadas enfermedades psicosomáticas tan de moda en el siglo veinte y en el que discurre.
Esta introducción es pertinente en la medida, en que deberá considerarse a la intoxicación interior que practican algunos individuos, como una especie de causa generadora de padecimientos ulteriores cuya gravedad puede conducir a la muerte del ser humano. Existen individuos que suelen ser pesimistas, que consumen todo lo negativo que ven, escuchan, leen o visualizan mentalmente. Es decir "actúan y se sienten como derrotados antes de ir a la guerra”. No han desarrollado, ni empezado a desarrollar el proyecto que diseñaron, y a todo pulmón, casi valiéndose de un megáfono, vociferan que ese proyecto, por las dificultades que enfrentará, fracasará y que aunque sean muchos los esfuerzos que realicen, tal proyecto no se logrará concretar.
Como ya se ha dicho anteriormente, las personas que se sienten enfermas, lo primero que hacen es ir de consulta con el medico, con el propósito de que se le diagnostique su enfermedad y se les someta a tratamiento. Sin embargo, insistimos, existen ciertos tipos de enfermos mentales a los cuales la insensatez toma como víctimas y precisamente esa insensatez, ese pesimismo, es lo que permite que envenenen sus mentes con ideas negativas, pensamientos de derrota, de representaciones mentales vinculadas con el fracaso, la impotencia, la inutilidad, la incapacidad, además de permitir la invasión de emociones vinculadas con la tristeza, la pena y la desesperanza. Estas personas han envenenado su corazón, su mente y su espíritu con los efectos nocivos de su incondicional conformismo, de su resignación a ultranza y de su intoxicación interior a motivaciones deprimentes y psicóticas.
Es recomendable practicarnos un análisis y un examen de nuestra vida, de nuestras actitudes, de nuestro modo de proceder y de las diversas percepciones que asumimos del mundo y de la vida. Ellas nos darán algunas ideas sobre "la tipología de individuos a las que pertenecemos". Por de pronto, uno de los "suministros" de mayor consumo es el pesimismo, la rutina, la falta de iniciativa y la carencia de un espíritu emprendedor, creador y constructivo. En estos casos es muy benéfico hacer un alto en el camino de nuestra vida y reorientarla en aquellos aspectos en los que estemos conscientes de que hemos fallado o no hemos hecho lo suficiente para lograr éxito.
El asunto de la iniciativa y de la superación personal, es un asunto personalísimo que solamente atañe a su protagonista, a aquel que desea vivir felizmente, poseer una buena familia, poseer los bienes materiales suficientes para una vida decorosa, tener buena preparación académica, ascender socialmente y económicamente, ser un buen ciudadano, desarrollar un trato ejemplar con el próximo, ser tolerante, generoso, bondadoso, justo, piadoso y caritativo , poseer los dones del discernimiento y la sabiduría y lo más importante, colocar a Dios como centro de nuestra vida y ejemplo vivo a través de la persona de Jesús, accediendo a cumplir todos sus designios cumpliendo sus enseñanzas y actuando como Jesús Cristo hubiese actuado. En consecuencia debes valorarte, tu eres importante, tanto o más importante, que cualquiera que haya llegado a la cima económica, social política o religiosa. Dios creador nos hizo a todos iguales frente a él y todos somos importantes para Dios, para el no hay acepción de personas. La única diferencia tiene su origen en nosotros mismos, en nuestras decisiones, en nuestras actitudes. Recordemos por enésima vez que Dios nos otorgó libre albedrío y que cuando actuamos, ejercemos ese libre arbitrio, de manera que las consecuencias de esas decisiones nos pertenecen. De allí que necesitemos ser prudentes, sensatos y tener mucho sentido común en el momento de pensar, decidir y actuar. Tenemos también el don de la imaginación, que es un obsequio de Dios. Entonces imaginemos las condiciones, el ambiente, la oportunidad y el clima propicio para que todos nuestros esfuerzos y trabajos conquisten las metas que nos hemos trazado. Finalmente, aunque yo diría que en principio, debemos entregarle al señor todas nuestras inquietudes, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestros planes, nuestros proyectos, en fin entregarnos totalmente al señor y decirle: señor Jesús yo te acepto como mi salvador personal, tú eres el camino la verdad y la vida, sin ti no soy nada.
Para complementar estas observaciones me permito colacionar algunas líneas de mi autoría, que escribí hace poco tiempo sobre la rutina:
No obstante lo señalado anteriormente, otro sector de especialistas y psicólogos, consideran que la monotonía, la rutina, ensombrecen el espíritu humano y envejecen al corazón. De modo que el ser humano que pretenda mantenerse activo, entusiasta y predispuesto para la acción y el logro de grandes empresas, así como la culminación de grandes proyectos, debe por fuerza de la circunstancia, impedir que la rutina lo haga su principal amigo o cliente. Mi opinión como ser humano, que no como especialista, es que cada uno de nosotros tiene que - - - sino quiere ver su espíritu quebrantado - - - crear para cada día la trama, el proyecto, las ruta, el esquema de ese día. Debe soñar, desarrollar su imaginación en las cosas que desea lograr. Darle fuerza a esa representación mental, y "vivirla como si ya estuviese en el presente". Es muy útil recordar lo que el señor Jesús nos legó a través de las enseñanzas a sus discípulos, contenidas en los evangelios: una de esas enseñanzas nos recuerda que, no basta con pedirle al señor a través de la oración y con mucha fe, las cosas que deseamos, es imperativo y necesario que una vez que hayamos orado, creído y alejado toda duda, vivir como que si ya tuviésemos en el presente, lo que aún está en el futuro. "Es actuar como si lo tuvieras".
Otra recomendación que los expertos nos hacen es que debemos ser positivos, crear en nosotros representaciones mentales relacionadas con la alegría, con la paz, con el éxito, con el triunfo, con la prosperidad y con la vida feliz. Por el contrario deben desterrarse los pensamientos y sentimientos negativos. Los pesimistas, las personas tristes, los que se siente inferiores, los que creen que todo les saldrá mal, forman parte del indeseable grupo de personas invadidas por la enfermedad social , a veces emocional y psíquica de la rutina. Los más vulnerables son aquellos que no practican ningún tipo de fe, son los "ateos", son los soberbios, los prepotentes y los autosuficientes. Mantenerse alejado de Dios es decretar el triunfo de las consecuencias que generan en el individuo la monotonía y la rutina. Es el decreto de muerte de las iniciativas, de las actitudes positivas, de las expectativas y de las esperanzas. La rutina no es totalmente negativa, en tanto y en cuanto nos permita hacer las cosas de manera excelente. Lo que no podemos permitir es que esa rutina nos haga autómatas, que liquide nuestros deseos de imponernos nuevas metas, planes y objetivos. Bendíceme y Bendice a la santa iglesia católica, fundada por ti en cabeza de tu apóstol y servidor: San Pedro. Amén... aleluya.
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viernes, 14 de agosto de 2009
ARTÍCULO. ¿LA INTOXICACIÓN INTERIOR… UNA PRÁCTICA COMUN?
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