Por Prof. Dr. Mervy Enrique González Fuenmayor.
miércoles 19 de marzo de 2008, hora: 10 y 27 p.m.
Maracaibo-Estado Zulia -República de Venezuela-América del Sur.
miércoles 19 de marzo de 2008, hora: 10 y 27 p.m.
Maracaibo-Estado Zulia -República de Venezuela-América del Sur.
Me había prometido no escribir-- jamás-- sobre un tema tan trascendental, importante y cuestionado por algunos, como es el tema de la semana mayor o semana santa. Como católico cristiano me veo en la obligación de--- conforme a la doctrina de la santa Iglesia Católica--- reiterar que en esta semana santa los creyentes en Dios, en Jesús Cristo, en el espíritu santo, en santa María virgen, en la comunión de los santos, el perdón los pecados, la santa Iglesia Católica, la resurrección de la carne, la vida eterna, debemos santificar este período haciendo lo que la palabra de Dios espera que hagamos. Reflexionar sobre nuestra vida en orden a evaluarla y determinar si la hemos vivido conforme a la palabra de Dios y si no ha sido así, introducir los cambios necesarios para retomar el camino de la redención, del ejercicio pleno del cristianismo de manera que seamos testigos auténticos de la palabra de Dios y de Jesús , al tiempo que trabajemos para la obtención de la vida eterna. Es tiempo también para que hagamos mea culpa de nuestros errores, omisiones y acciones que nos avergüenzan ante Dios... Es la semana santa un periodo de re-examen de nuestros vínculos externos e internos con Dios. De suerte que podamos precisar de una manera muy clara y categórica, si de verdad hemos venido cumpliendo con nuestra función de cristiano ejemplar, de católico tibio, o de imitador falso de las conductas y actitudes cristianas. Es la semana mayor un tiempo de recogimiento, en el cual -- e idealmente en familia-- debemos compartir con todos al tiempo que nos privilegiamos en el culto activo del catolicismo, reconciliándonos con Dios, con la humanidad y con el prójimo, por medio del sacramento de la confesión, con asistencia plena a todos los actos religiosos que se realizan en esta semana santa para recordar el nacimiento, predicación, pasión, crucifixión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo. Por ello la Iglesia Católica ha dividido en varias etapas esta semana santa, la cual comienza con el viernes de dolores, pero que de manera más formal inicia el periodo santo desde el domingo de Ramos: día en el cual Jesús de Nazaret es recibido como un rey entre aclamaciones, vítores y la exhibición en señal de triunfo, de las hojas de olivo, las cuales aireándolas proyectaban el mensaje de gloria y honra para el mesías, para el rey de Reyes y Señor de Señores: Jesús el carpintero, Jesús el hijo de María, Jesús de Nazaret, Jesús el hijo de José, El Salvador, el liberador .
Veamos lo que significa el domingo de Ramos:
"Domingo de Ramos
El Domingo de Ramos inicia la Semana Santa con el recuerdo de las palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén. Pero no una entrada de Jesús como el esperado Rey, sino como humilde 'servidor' que vive de la palabra de Dios.
Los Ramos de olivos tienen un significado: en aquel entonces los olivos eran uno de los tantos símbolos de vida. Los ciudadanos de Jerusalén ven a Jesús trayendo 'vida' al paso por el monte de los Olivos y buscan ramas para saludarlo.
El domingo de ramos da comienzo a la semana en la que contemplamos el dolor de Dios. Amor de Dios por nosotros. Este domingo se lee la pasión en forma muy solemne y así nos introduce en el espíritu de Semana Santa"(disponible en el sitio de internet: http://www.iglesia.org/
Con tristeza, a manera de cronista, debo manifestar que ha venido produciéndose una situación que denigra y desnaturaliza el domingo de Ramos tan hermoso que nos relata el texto bíblico. Antes por el contrario muchos aprovechan a ir de compras, día para emborracharse, rumbear, dedicarlo al ocio, a ir de compras, a fornicar, a cometer adulterios, a prostituirse, a consumir drogas, en fin a realizar cualquier otra actividad salvo aquella que realmente está vinculada con realizar lo que un cristiano haría en un domingo de Ramos y lo que quiere la palabra del Señor que hagamos. Con esto lo que estamos afirmando es que la mayor parte de la sociedad se ha apartado de Dios y de sus mandatos, ya que prefieren el gozo de los placeres mundanos y la satisfacción de sus propios intereses y necesidades, antes que rendir honores, gracias, santificaciones y glorias a Jesús hijo de David, hijo de Dios, hijo del padre, verbo hecho carne, príncipe de la paz, rey de Reyes y Señor de Señores. Desafortunadamente esa es la triste verdad. La interrogante que debemos formularnos tiene que ver con lo que hacemos nosotros, hablando en el sentido de singularidad, es decir nosotros como personas para retomar lo que alguna vez fue y que hoy en virtud del consumismo, el materialismo el facilismo y todo el conjunto de doctrinas, opiniones y tesis reñidas con el cristianismo, han pretendido establecer como correctas y nada censurables actitudes, cuando lo cierto es que las mismas conducen al hombre a su perdición y en consecuencia también la pérdida de su alma y de su vida eterna.
Pero sigamos indagando sobre un significado que la semana santa debe tener para todos y cada uno de nosotros. Es el tiempo más importante que la humanidad celebra durante cada año, sencillamente porque en esta semana recordamos, evocamos y nos gloriamos en los sucesos que permitieron la liberación , en la rotura de las cadenas que subordinaban al hombre con el demonio, con el pecado y que lo hacían indigno de estar en la presencia de Dios. Dentro de esos hechos: la crucifixión, la pasión y muerte y posterior resurrección de nuestro Señor Jesucristo : concreta la profecía, la esperanza y el cumplimiento seguro de la promesa de tener con nosotros el mesías que siendo humano como nosotros, sin embargo no cometió pecado alguno, aquel que llevando una vida de santidad, la ofreció por nosotros , para que pudiesen ser perdonados nuestros pecados, en una muerte de cruz, muerte ignominiosa especialmente reservada para los criminales más violentos y más peligrosos de su época. Con ello se afirma entonces, que no solamente pagó por nosotros la factura de nuestros pecados, sino que lo hizo en las condiciones realmente más dramáticas y mas infrahumanas que persona alguna le haya tocado vivir y sufrir. El ,que nunca pecó, que llevó una vida de santidad, que asumió la condición de ser humano para reivindicar al hombre, porque si bien es cierto que por el pecado de un hombre: Adán y Eva desobedecieron el mandato de Dios, también por un hombre vendría la enmienda, la corrección, la reivindicación: la venida del hijo del hombre: Jesús que venció al pecado, a la muerte, al maligno y con ello con su resurrección gloriosa y su subida al cielo, sentarse a a la derecha del padre, nos dio la vida eterna. Por ello en el juicio final, mientras que el lugar del acusador lo ocupará Satanás; el abogado defensor lo será nuestro señor Jesucristo y el juez nada menos que nuestro padre Dios: YAHVÉ.
La reivindicación de Eva vino por la presencia de nuestra virgen madre María, la castísima e Inmaculada , la cual por haber vivido una vida en santidad y sin pecado, tras la asunción del Ángel Gabriel manifestó como respuesta el si, " hágase en mi segundo voluntad, yo soy la esclava del Señor “. Así quedaron reivindicados el primer hombre y la primera mujer, Por la pura misericordia del Señor y no porque nosotros nos lo merecíamos.
¿Y que hacemos nosotros frente a todos estos episodios bíblicos tan hermosos que evocamos, conmemoramos y celebramos en la semana santa?
Ya se ha dicho anteriormente, excepción hecha de quienes cumplen espontánea y jubilosamente la realización estos actos, las gentes procuran el disfrute personal, no les interesa para nada retomar y hacer propios los mensajes, enseñanzas y mandatos que el señor nos ofrece en su santa palabra contenidos en la Biblia. Evadimos exprofeso el ir a nuestros templos, a nuestras iglesias a ratificar nuestra fe católica. Extrañamente se encuentra en esos sitios a personas que no tienen nada que ver con la religión católica y que a veces ni siquiera son creyentes y sin embargo participan de manera activa en los misterios del nacimiento, predicación, pasión crucifixión, muerte resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Porque queda claro que muchos Son los llamados y poco los escogidos. Por ello Jesús en uno de los episodios bíblicos, comunicándose con los fariseos y creyentes les replicó diciendo que: " de cierto os digo que primero entrarán en el reino de los cielos, los borrachos y prostitutas, antes que vosotros, pues aquellos sin creer dan muestras de la bondad y del ejercicio de la caridad y practican lo que yo enseño, sin embargo ustedes que me escuchan y me conocen ni practican lo que les enseño ni mucho menos realizan obras como yo les he enseñado a realizarlas”
Me permito nuevamente transcribir lo que he tomado del sitio: http://www.iglesia.org/>.
"Jueves Santo
La Misa vespertina in Cena Domini abre el Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del Señor. La Iglesia de Jerusalén conocía ya, en el siglo IV, una celebración eucarística conmemorativa de la Última Cena y de la institución del sacramento del sacrificio de la cruz. A finales de la misma centuria esta tradición se vivía también en numerosas Iglesias de Occidente, pero habrá que esperar hasta el siglo VII para encontrar los primeros testimonios romanos.
La celebración eucarística in Cena Domini conmemora un triple misterio: la institución de la Sagrada Eucaristía, la institución del sacerdocio de la Nueva Ley y el amor infinito de Cristo por los hombres con su mandamiento sobre la caridad fraterna, manifestado con el signo del lavatorio de pies. Los dos últimos misterios encuentran su fundamento en el sacramento eucarístico, fuente de todo don y máxima expresión de la entrega a los demás.
En la última cena Jesús celebraba con sus discípulos la cena de la Pascua Judía. Ésta fue celebrada por primera vez en Egipto, en virtud de una orden dada a Moisés por Jehová. El 14 del mes de Nisán Abid, y de acuerdo con el mandato divino, cada familia hebrea sacrificó un cordero con cuya sangre fueron teñidos el dintel y las jambas de la puerta de las viviendas. Esto sucedió a fin de que el ángel exterminador, que había de dar muerte a los primogénitos de los egipcios, perdonase a los judíos. Este milagro, al que siguió el de la separación de las aguas del mar Rojo, debería conmemorarse anualmente con idéntico sacrificio. Celebrada por segunda vez en el Sinaí y a la salida del desierto, la pascua fue desde entonces para los judíos la fiesta religiosa por excelencia, evocadora de la providencial liberación del pueblo hebreo de su triste esclavitud bajo los egipcios e impregnada de un profundo significado histórico, social y familiar. En este contexto Jesús da inicio a una nueva Pascua e instituye la eucaristía, invitándonos a celebrarla continuamente en su memoria. La eucaristía será para los cristianos comida de Nueva Alianza.
La Pascua cristiana, conmemorativa de la Resurrección del Salvador, se solemnizaba en los albores del cristianismo al mismo tiempo que la Pascua hebrea, pero ya en el siglo II surgieron controversias entre los fieles del Asia Menor y la Iglesia romana acerca de la fecha en que debería celebrarse. El primer concilio de Nicea resolvió que fuese el domingo siguiente al 14 de Nisán, es decir, el domingo después de la luna llena que sigue el equinoccio de marzo. La situación de esta fiesta en el calendario puede variar en 36 días y de ella depende la de las fiestas movibles de la Iglesia Católica.
Viernes Santo
El viernes Santo conmemora la Pasión y muerte del Señor.
Dos documentos de venerable antigüedad - Traditio Apostólica y Didaskalia Apostolorum- testimonian como práctica común entre los cristianos el gran ayuno del viernes y sábado previos a la Vigilia Pascual. Sin embargo habrá que esperar hasta finales del siglo IV d. C para encontrar, en Jerusalén, las primeras celebraciones litúgicas de la pasión del Señor. Se trataba de una jornada dedicada íntegramente a la oración itinerante: los fieles acudían del cenáculo -donde se veneraba la columna de la flagelación- y al Gólgota, donde el obispo presentaba el madero de la cruz. Durante las estaciones se leían profecías y evangelios de la Pasión, se cantaban salmos y se recitaban oraciones.
Los testimonios más antiguos de una liturgia del Viernes Santo en Roma proceden del siglo VII d. C. Manifiestan dos tradiciones distintas y nos han llegado a través del Sacramentario Gelasiano (oficio presbiteral con adoración de la cruz, liturgia de la palabra y comunión con los presanificados) y el Sacramentario Gregoriano (liturgia papal, limitada a lecturas bíblicas y plegaria universal).
El oficio romano actual, recuperado a partir de la reforma de Pío XII y Concilio Vaticano II, contiene los tres elementos de la antigua liturgia presbiteral romana: liturgia de la Palabra -incluye tres lecturas y oración universal, adoración de la Cruz y comunión.
La teología del viernes Santo es particularmente rica: durante este día la Iglesia conmemora la Pasión de su Señor y Esposo, adora su Cruz, recuerda su nacimiento del costado de Cristo y, por la plegaria universal, intercede por la salvación del universo.
El viernes Santo es, para el cristiano, un día de esperanza y confianza en Dios en medio del dolor: los sufrimientos de Cristo atraen la benevolencia del Padre al mundo. La Cruz, símbolo del patíbulo y de la ignomna, es adorada: el instrumento de la humillación se ha convertido en el término de la gloria. Hoy, el cristiano se encuentra de modo especial con la Cruz: recuerda así que, para ser fiel discípulo del Maestro, deberá tomar su cruz de cada día y que sólo ella es la respuesta a las ansias de salvación y liberación de una humanidad que gime bajo el peso de los pecados.
El Viernes Santo se reza el vía crucis, que consiste en una serie de estaciones que recuerdan el Camino de Jesús al calvario deteniéndose a meditar en cada estación.
Este día no debe ser de llanto ni de luto, sino de amorosa y gozosa contemplación del sacrificio del que brotó la Salvación. Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su ofrenda que libera y reconcilia. Por eso nuestra alegría.
Sábado Santo
El sábado santo, denominado Gran Sábado por los cristianos de Oriente, honra el descanso de Cristo en el sepulcro, su descenso a los infiernos y su encuentro con cuantos esperaban la apertura de los Cielos. Este día los cristianos se recogen en silencio y, mediante la oración y el ayuno, esperan la Resurrección del Señor. Por esta razón, la Iglesia no conoce reunión litúrgica alguna fuera de la celebración cotidiana de las Horas.
En los primeros siglos de la historia de la Iglesia el Sábado Santo se caracterizaba por ser un día de ayuno absoluto, previo a la celebración de las fiestas pascuales. Pero a partir del siglo XVI, con la anticipación de la vigilia a la mañana del sábado, el significado litúrgico del día quedó completamente oscurecido - sábado de gloria se le denomina popularmente- hasta que las sucesivas reformas de nuestro siglo han devuelto su originaria significación.
El Sábado Santo debe ser para los fieles un día de intensa oración, acompañando a Jesús en el silencio del Santo Sepulcro. Parece que la historia de Cristo ha terminado, que la causa de Dios se ha perdido. Pero Jesús desciende a los infiernos para librar a los justos de la Antigua Ley en premio a su vida de fe en las promesas mesiánicas. El cristiano, unido a los dolores de María, sabe que el silencio de Dios en el mundo es sólo aparente y se llena de esperanza para la vida futura.
La celebración del sábado por la noche es una Vigilia en honor del Señor según una antiquísima tradición, de manera que los fieles tengan encendidas las lámparas como los que aguardan a su señor cuando vuelva para que, al llegar, los encuentre en vela y los haga sentar a su mesa.
La Vigilia Pascual
La Vigilia Pascual, la noche santa de la Resurrección del Señor, es considerada como <> (San Agustín, Sermo 219). En ella la Iglesia espera velando la Resurrección de Cristo y la celebra en los sacramentos.
Con la Vigilia Pascual, el Triduo Sacro y todo el año litúrgico alcanzan su centro, el punto donde confluyen las celebraciones anuales de los misterios de la vida de Cristo.
La celebración litúrgica de la Pascua del Señor se encuentra en los orígenes mismos del culto cristiano. Desde la generación apostólica los cristianos conmemoraron semanalmente la resurrección de Cristo por medio de la asamblea eucarística dominical.
Además, ya desde el siglo II, la Iglesia celebra una fiesta específica como memoria anual de la Pascua de Cristo, aunque las distintas tradiciones subrayen uno u otro contenido pascual: Pascual- Pasión (se celebra el 14 de Nisán, según el calendario lunar judío y acentuaba el hecho histórico de la Cruz) y Pascua- Glorificación que, privilegiando la resurrección del Señor, se celebra el domingo posterior al 14 de Nisán, día de la Resurrección de Cristo. Esta última práctica se impuso en la Iglesia desde comienzos del siglo III.
La Vigilia Pascual es el quicio de todo el misterio de la Pasión y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Con la Noche Santa culmina el Santo Triduo e inicia el tiempo pascual: comienza cuando Cristo descansa aún en el sepulcro y termina en la madrugada del día consagrado a la gloria de la resurrección del Señor. De aquí su contenido teológico encierra el misterio de Cristo salvador y del cristiano salvado.
La Vigilia Pascual posee hoy día una estructura litúrgica articulada a partir de ritos con un hondo carácter simbólico: lucernario o liturgia de la luz, liturgia de la Palabra, liturgia bautismal y liturgia eucarística.
La Liturgia de la luz tiene su origen en el antiguo oficio de <>, que se celebra cada anochecer con la bendición de las lámparas. El rito actual simboliza a Cristo luz del mundo que, con su muerte y resurrección, vence a las tinieblas del pecado. El oficio de lucernario consta, a su vez, de bendición del fuego, bendición del cirio, procesión y pregón pascual.
Domingo de Pascua de Resurrección
Toda la fe cristiana se fundamenta en la resurrección. La palabra pascua quiere decir “paso”, “pasar”. La pascua de Jesús no es otra cosa que celebrar el paso de Dios en medio nuestro. Celebrar la pascua no es sólo recordar la Pascua de Jesús, sino decidir si queremos o no que haya un paso salvador del Señor por nuestras vidas.
La resurrección de Cristo nos llama a la vida. Por el bautismo, la iglesia nos llama a nuestra vida en Cristo. “Si hemos sido sepultados con él”, dice Pablo a los Romanos, “también hemos resucitado con él”.
La resurrección de Cristo nos invita a una renovación personal. Hoy damos gracias a Dios por su amor y por su triunfo sobre el pecado y le pedimos que siga transformando nuestras vidas en la presencia de su Hijo Resucitado entre nosotros."
Finalmente debo elevar mis oraciones con el propósito de que el Señor nos provea de discernimiento, sabiduría y por la disposición para qué podamos a partir de esta semana santa tomar decisiones que nos lleven al reconocimiento de que necesitamos santificar las fiestas del señor y cumplir con todo lo que la palabra de Dios nos insta y ordena. Estamos tan seguros de que si así obramos lograremos vivir en paz, alegría, armonía y sintonizados absolutamente con nuestro señor, sirviéndole y siendo testigos auténticos de su palabra. Amén y amén...
Veamos lo que significa el domingo de Ramos:
"Domingo de Ramos
El Domingo de Ramos inicia la Semana Santa con el recuerdo de las palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén. Pero no una entrada de Jesús como el esperado Rey, sino como humilde 'servidor' que vive de la palabra de Dios.
Los Ramos de olivos tienen un significado: en aquel entonces los olivos eran uno de los tantos símbolos de vida. Los ciudadanos de Jerusalén ven a Jesús trayendo 'vida' al paso por el monte de los Olivos y buscan ramas para saludarlo.
El domingo de ramos da comienzo a la semana en la que contemplamos el dolor de Dios. Amor de Dios por nosotros. Este domingo se lee la pasión en forma muy solemne y así nos introduce en el espíritu de Semana Santa"(disponible en el sitio de internet: http://www.iglesia.org/
Con tristeza, a manera de cronista, debo manifestar que ha venido produciéndose una situación que denigra y desnaturaliza el domingo de Ramos tan hermoso que nos relata el texto bíblico. Antes por el contrario muchos aprovechan a ir de compras, día para emborracharse, rumbear, dedicarlo al ocio, a ir de compras, a fornicar, a cometer adulterios, a prostituirse, a consumir drogas, en fin a realizar cualquier otra actividad salvo aquella que realmente está vinculada con realizar lo que un cristiano haría en un domingo de Ramos y lo que quiere la palabra del Señor que hagamos. Con esto lo que estamos afirmando es que la mayor parte de la sociedad se ha apartado de Dios y de sus mandatos, ya que prefieren el gozo de los placeres mundanos y la satisfacción de sus propios intereses y necesidades, antes que rendir honores, gracias, santificaciones y glorias a Jesús hijo de David, hijo de Dios, hijo del padre, verbo hecho carne, príncipe de la paz, rey de Reyes y Señor de Señores. Desafortunadamente esa es la triste verdad. La interrogante que debemos formularnos tiene que ver con lo que hacemos nosotros, hablando en el sentido de singularidad, es decir nosotros como personas para retomar lo que alguna vez fue y que hoy en virtud del consumismo, el materialismo el facilismo y todo el conjunto de doctrinas, opiniones y tesis reñidas con el cristianismo, han pretendido establecer como correctas y nada censurables actitudes, cuando lo cierto es que las mismas conducen al hombre a su perdición y en consecuencia también la pérdida de su alma y de su vida eterna.
Pero sigamos indagando sobre un significado que la semana santa debe tener para todos y cada uno de nosotros. Es el tiempo más importante que la humanidad celebra durante cada año, sencillamente porque en esta semana recordamos, evocamos y nos gloriamos en los sucesos que permitieron la liberación , en la rotura de las cadenas que subordinaban al hombre con el demonio, con el pecado y que lo hacían indigno de estar en la presencia de Dios. Dentro de esos hechos: la crucifixión, la pasión y muerte y posterior resurrección de nuestro Señor Jesucristo : concreta la profecía, la esperanza y el cumplimiento seguro de la promesa de tener con nosotros el mesías que siendo humano como nosotros, sin embargo no cometió pecado alguno, aquel que llevando una vida de santidad, la ofreció por nosotros , para que pudiesen ser perdonados nuestros pecados, en una muerte de cruz, muerte ignominiosa especialmente reservada para los criminales más violentos y más peligrosos de su época. Con ello se afirma entonces, que no solamente pagó por nosotros la factura de nuestros pecados, sino que lo hizo en las condiciones realmente más dramáticas y mas infrahumanas que persona alguna le haya tocado vivir y sufrir. El ,que nunca pecó, que llevó una vida de santidad, que asumió la condición de ser humano para reivindicar al hombre, porque si bien es cierto que por el pecado de un hombre: Adán y Eva desobedecieron el mandato de Dios, también por un hombre vendría la enmienda, la corrección, la reivindicación: la venida del hijo del hombre: Jesús que venció al pecado, a la muerte, al maligno y con ello con su resurrección gloriosa y su subida al cielo, sentarse a a la derecha del padre, nos dio la vida eterna. Por ello en el juicio final, mientras que el lugar del acusador lo ocupará Satanás; el abogado defensor lo será nuestro señor Jesucristo y el juez nada menos que nuestro padre Dios: YAHVÉ.
La reivindicación de Eva vino por la presencia de nuestra virgen madre María, la castísima e Inmaculada , la cual por haber vivido una vida en santidad y sin pecado, tras la asunción del Ángel Gabriel manifestó como respuesta el si, " hágase en mi segundo voluntad, yo soy la esclava del Señor “. Así quedaron reivindicados el primer hombre y la primera mujer, Por la pura misericordia del Señor y no porque nosotros nos lo merecíamos.
¿Y que hacemos nosotros frente a todos estos episodios bíblicos tan hermosos que evocamos, conmemoramos y celebramos en la semana santa?
Ya se ha dicho anteriormente, excepción hecha de quienes cumplen espontánea y jubilosamente la realización estos actos, las gentes procuran el disfrute personal, no les interesa para nada retomar y hacer propios los mensajes, enseñanzas y mandatos que el señor nos ofrece en su santa palabra contenidos en la Biblia. Evadimos exprofeso el ir a nuestros templos, a nuestras iglesias a ratificar nuestra fe católica. Extrañamente se encuentra en esos sitios a personas que no tienen nada que ver con la religión católica y que a veces ni siquiera son creyentes y sin embargo participan de manera activa en los misterios del nacimiento, predicación, pasión crucifixión, muerte resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Porque queda claro que muchos Son los llamados y poco los escogidos. Por ello Jesús en uno de los episodios bíblicos, comunicándose con los fariseos y creyentes les replicó diciendo que: " de cierto os digo que primero entrarán en el reino de los cielos, los borrachos y prostitutas, antes que vosotros, pues aquellos sin creer dan muestras de la bondad y del ejercicio de la caridad y practican lo que yo enseño, sin embargo ustedes que me escuchan y me conocen ni practican lo que les enseño ni mucho menos realizan obras como yo les he enseñado a realizarlas”
Me permito nuevamente transcribir lo que he tomado del sitio: http://www.iglesia.org/>.
"Jueves Santo
La Misa vespertina in Cena Domini abre el Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del Señor. La Iglesia de Jerusalén conocía ya, en el siglo IV, una celebración eucarística conmemorativa de la Última Cena y de la institución del sacramento del sacrificio de la cruz. A finales de la misma centuria esta tradición se vivía también en numerosas Iglesias de Occidente, pero habrá que esperar hasta el siglo VII para encontrar los primeros testimonios romanos.
La celebración eucarística in Cena Domini conmemora un triple misterio: la institución de la Sagrada Eucaristía, la institución del sacerdocio de la Nueva Ley y el amor infinito de Cristo por los hombres con su mandamiento sobre la caridad fraterna, manifestado con el signo del lavatorio de pies. Los dos últimos misterios encuentran su fundamento en el sacramento eucarístico, fuente de todo don y máxima expresión de la entrega a los demás.
En la última cena Jesús celebraba con sus discípulos la cena de la Pascua Judía. Ésta fue celebrada por primera vez en Egipto, en virtud de una orden dada a Moisés por Jehová. El 14 del mes de Nisán Abid, y de acuerdo con el mandato divino, cada familia hebrea sacrificó un cordero con cuya sangre fueron teñidos el dintel y las jambas de la puerta de las viviendas. Esto sucedió a fin de que el ángel exterminador, que había de dar muerte a los primogénitos de los egipcios, perdonase a los judíos. Este milagro, al que siguió el de la separación de las aguas del mar Rojo, debería conmemorarse anualmente con idéntico sacrificio. Celebrada por segunda vez en el Sinaí y a la salida del desierto, la pascua fue desde entonces para los judíos la fiesta religiosa por excelencia, evocadora de la providencial liberación del pueblo hebreo de su triste esclavitud bajo los egipcios e impregnada de un profundo significado histórico, social y familiar. En este contexto Jesús da inicio a una nueva Pascua e instituye la eucaristía, invitándonos a celebrarla continuamente en su memoria. La eucaristía será para los cristianos comida de Nueva Alianza.
La Pascua cristiana, conmemorativa de la Resurrección del Salvador, se solemnizaba en los albores del cristianismo al mismo tiempo que la Pascua hebrea, pero ya en el siglo II surgieron controversias entre los fieles del Asia Menor y la Iglesia romana acerca de la fecha en que debería celebrarse. El primer concilio de Nicea resolvió que fuese el domingo siguiente al 14 de Nisán, es decir, el domingo después de la luna llena que sigue el equinoccio de marzo. La situación de esta fiesta en el calendario puede variar en 36 días y de ella depende la de las fiestas movibles de la Iglesia Católica.
Viernes Santo
El viernes Santo conmemora la Pasión y muerte del Señor.
Dos documentos de venerable antigüedad - Traditio Apostólica y Didaskalia Apostolorum- testimonian como práctica común entre los cristianos el gran ayuno del viernes y sábado previos a la Vigilia Pascual. Sin embargo habrá que esperar hasta finales del siglo IV d. C para encontrar, en Jerusalén, las primeras celebraciones litúgicas de la pasión del Señor. Se trataba de una jornada dedicada íntegramente a la oración itinerante: los fieles acudían del cenáculo -donde se veneraba la columna de la flagelación- y al Gólgota, donde el obispo presentaba el madero de la cruz. Durante las estaciones se leían profecías y evangelios de la Pasión, se cantaban salmos y se recitaban oraciones.
Los testimonios más antiguos de una liturgia del Viernes Santo en Roma proceden del siglo VII d. C. Manifiestan dos tradiciones distintas y nos han llegado a través del Sacramentario Gelasiano (oficio presbiteral con adoración de la cruz, liturgia de la palabra y comunión con los presanificados) y el Sacramentario Gregoriano (liturgia papal, limitada a lecturas bíblicas y plegaria universal).
El oficio romano actual, recuperado a partir de la reforma de Pío XII y Concilio Vaticano II, contiene los tres elementos de la antigua liturgia presbiteral romana: liturgia de la Palabra -incluye tres lecturas y oración universal, adoración de la Cruz y comunión.
La teología del viernes Santo es particularmente rica: durante este día la Iglesia conmemora la Pasión de su Señor y Esposo, adora su Cruz, recuerda su nacimiento del costado de Cristo y, por la plegaria universal, intercede por la salvación del universo.
El viernes Santo es, para el cristiano, un día de esperanza y confianza en Dios en medio del dolor: los sufrimientos de Cristo atraen la benevolencia del Padre al mundo. La Cruz, símbolo del patíbulo y de la ignomna, es adorada: el instrumento de la humillación se ha convertido en el término de la gloria. Hoy, el cristiano se encuentra de modo especial con la Cruz: recuerda así que, para ser fiel discípulo del Maestro, deberá tomar su cruz de cada día y que sólo ella es la respuesta a las ansias de salvación y liberación de una humanidad que gime bajo el peso de los pecados.
El Viernes Santo se reza el vía crucis, que consiste en una serie de estaciones que recuerdan el Camino de Jesús al calvario deteniéndose a meditar en cada estación.
Este día no debe ser de llanto ni de luto, sino de amorosa y gozosa contemplación del sacrificio del que brotó la Salvación. Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su ofrenda que libera y reconcilia. Por eso nuestra alegría.
Sábado Santo
El sábado santo, denominado Gran Sábado por los cristianos de Oriente, honra el descanso de Cristo en el sepulcro, su descenso a los infiernos y su encuentro con cuantos esperaban la apertura de los Cielos. Este día los cristianos se recogen en silencio y, mediante la oración y el ayuno, esperan la Resurrección del Señor. Por esta razón, la Iglesia no conoce reunión litúrgica alguna fuera de la celebración cotidiana de las Horas.
En los primeros siglos de la historia de la Iglesia el Sábado Santo se caracterizaba por ser un día de ayuno absoluto, previo a la celebración de las fiestas pascuales. Pero a partir del siglo XVI, con la anticipación de la vigilia a la mañana del sábado, el significado litúrgico del día quedó completamente oscurecido - sábado de gloria se le denomina popularmente- hasta que las sucesivas reformas de nuestro siglo han devuelto su originaria significación.
El Sábado Santo debe ser para los fieles un día de intensa oración, acompañando a Jesús en el silencio del Santo Sepulcro. Parece que la historia de Cristo ha terminado, que la causa de Dios se ha perdido. Pero Jesús desciende a los infiernos para librar a los justos de la Antigua Ley en premio a su vida de fe en las promesas mesiánicas. El cristiano, unido a los dolores de María, sabe que el silencio de Dios en el mundo es sólo aparente y se llena de esperanza para la vida futura.
La celebración del sábado por la noche es una Vigilia en honor del Señor según una antiquísima tradición, de manera que los fieles tengan encendidas las lámparas como los que aguardan a su señor cuando vuelva para que, al llegar, los encuentre en vela y los haga sentar a su mesa.
La Vigilia Pascual
La Vigilia Pascual, la noche santa de la Resurrección del Señor, es considerada como <> (San Agustín, Sermo 219). En ella la Iglesia espera velando la Resurrección de Cristo y la celebra en los sacramentos.
Con la Vigilia Pascual, el Triduo Sacro y todo el año litúrgico alcanzan su centro, el punto donde confluyen las celebraciones anuales de los misterios de la vida de Cristo.
La celebración litúrgica de la Pascua del Señor se encuentra en los orígenes mismos del culto cristiano. Desde la generación apostólica los cristianos conmemoraron semanalmente la resurrección de Cristo por medio de la asamblea eucarística dominical.
Además, ya desde el siglo II, la Iglesia celebra una fiesta específica como memoria anual de la Pascua de Cristo, aunque las distintas tradiciones subrayen uno u otro contenido pascual: Pascual- Pasión (se celebra el 14 de Nisán, según el calendario lunar judío y acentuaba el hecho histórico de la Cruz) y Pascua- Glorificación que, privilegiando la resurrección del Señor, se celebra el domingo posterior al 14 de Nisán, día de la Resurrección de Cristo. Esta última práctica se impuso en la Iglesia desde comienzos del siglo III.
La Vigilia Pascual es el quicio de todo el misterio de la Pasión y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Con la Noche Santa culmina el Santo Triduo e inicia el tiempo pascual: comienza cuando Cristo descansa aún en el sepulcro y termina en la madrugada del día consagrado a la gloria de la resurrección del Señor. De aquí su contenido teológico encierra el misterio de Cristo salvador y del cristiano salvado.
La Vigilia Pascual posee hoy día una estructura litúrgica articulada a partir de ritos con un hondo carácter simbólico: lucernario o liturgia de la luz, liturgia de la Palabra, liturgia bautismal y liturgia eucarística.
La Liturgia de la luz tiene su origen en el antiguo oficio de <>, que se celebra cada anochecer con la bendición de las lámparas. El rito actual simboliza a Cristo luz del mundo que, con su muerte y resurrección, vence a las tinieblas del pecado. El oficio de lucernario consta, a su vez, de bendición del fuego, bendición del cirio, procesión y pregón pascual.
Domingo de Pascua de Resurrección
Toda la fe cristiana se fundamenta en la resurrección. La palabra pascua quiere decir “paso”, “pasar”. La pascua de Jesús no es otra cosa que celebrar el paso de Dios en medio nuestro. Celebrar la pascua no es sólo recordar la Pascua de Jesús, sino decidir si queremos o no que haya un paso salvador del Señor por nuestras vidas.
La resurrección de Cristo nos llama a la vida. Por el bautismo, la iglesia nos llama a nuestra vida en Cristo. “Si hemos sido sepultados con él”, dice Pablo a los Romanos, “también hemos resucitado con él”.
La resurrección de Cristo nos invita a una renovación personal. Hoy damos gracias a Dios por su amor y por su triunfo sobre el pecado y le pedimos que siga transformando nuestras vidas en la presencia de su Hijo Resucitado entre nosotros."
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