lunes, 23 de noviembre de 2009

ARTÍCULO. “¿LOS MALEDICIENTES Y ALGUNOS CATEDRATICOS DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. UNA RADIOGRAFÍA MORALSEGÚN JOSE INGENIEROS


IMAGEN DE UN MIMO.
LA ACADEMIA ES EL REFUGIO NATURAL DE QUIENES HACEN DE LOS COMPLEJOS SUS PROPIOS FETICHES, ENROSTRÁNDOLOS COMO MANIFESTACIÓN DE SUS EXITOS PROFESIONALES... MEGF


ARTÍCULO. “¿LOS MALEDICIENTES Y ALGUNOS CATEDRATICOS DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. UNA RADIOGRAFÍA MORALSEGÚN JOSE INGENIEROS.UNA VISIÓN ONIRICA SEGÚN MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR”

RECOPILADA POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR
MARACAIBO ESTADO ZULIA. REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.
PUBLICADA EN LUNES 23 DENOVIEMBRE DE 2009.

Como Docente-Investigador de la Ilustre Universidad del Zulia ,por mas de dos décadas, he aprendido a conocer a su gente, Profesores, Investigadores, Estudiantes, Empleados, Obreros, Personal Contratado, Visitantes, Autoridades etc. Tuve recientemente un sueño que es recurrente en mi existencia, desde hace unos cuantos años, en la medida en que la realidad me ofrece situaciones a veces inverosímiles, otras: irregulares, y mas frecuentemente deshonestas e inmorales. Por supuestos que todas estas situaciones forman parte de ese mismo sueño, de manera que al despertar, el desconcierto y la incertidumbre me convierten en su victima. Ofrezco mis excusas primeramente a mis lectores y en segunda, a todos los miembros de esa respetada comunidad universitaria de mi Facultad, por referirme a este sueño, que trae aparejado como un efecto, la transcripción de los siguientes fragmentos de la Obra “ EL HOMBRE MEDIOCRE”, del erudito JOSE INGENIEROS.
Los maldicientes florecen doquiera: en los cenáculos, en los clubs, en las academias, en las familias, en las profesiones, acosando a todos los que perfilan alguna originalidad. Hablan a media voz, con recato, constantes en su afán de taladrar la dicha ajena, sombrando a puñados la semilla de todas las yerbas venenosas. La maledicencia es una serpiente que se insinúa en la conversación de los envilecidos; sus vértebras son nombres propios, articuladas por los verbos más equívocos del diccionario para arrastrar un cuerpo cuyas escamas son calificativas pavorosos.
Vierten la infamia en todas las copas transparentes, con serenidad de Borgias; las manos que la manejan parecen de prestidigitadores, diestras en la manera y amables en la forma. Una sonrisa, un levantar de espaldas, un fruncir la frente como subscribiendo a la posibilidad del mal, bastan para macular la probidad de un hombre o el honor de una mujer. El maldiciente, cobarde entre todos los envenenadores, está seguro de la impunidad; por eso es despreciable. No afirma, pero insinúa; llega hasta desmentir imputaciones que nadie hace, contando con la irresponsabilidad de hacerlas en esa forma. Miente con espontaneidad, como respira. Sabe seleccionar lo que converge a la detracción.
Dice distraídamente todo el mal de que no está seguro y calla con prudencia todo el bien que sabe. No respeta las virtudes íntimas ni los secretos del hogar, nada; inyecta la gota de ponzoña que asoma como una irrupción en sus labios irritados, hasta que por toda la boca, hecha una pústula, el interlocutor espera ver salir, en vez de lengua, un estilete.
Sin cobardía, no hay maledicencia. El que puede gritar cara a cara una injuria, el que denuncia a voces un vicio ajeno, el que acepta los riesgos de sus decires, no es un maldiciente. Para serlo es menester temblar ante la idea del castigo posible y cubrirse con las máscaras menos sospechosas. Los peores son los que maldicen elogiando: templan su aplauso con arremangadas reservas, más graves que las peores imputaciones. Tal bajeza en el pensar es una insidiosa manera de practicar el mal, de efectuar lo potencialmente. sin el valor de la acción rectilínea.
Si estos basiliscos parlantes poseen algún barniz de cultura, pretenden encubrir su infamia con el pabellón de la espiritualidad. Vana esperanza; están condenados a perseguir la gracia y tropezar con la perfidia. Su burla no es sonrisa, es mueca. El ejercicio puede tornarles fácil la malignidad zumbona, pero ella no se confunde con la ironía sagaz y justa. La ironía es la perfección del ingenio, una convergencia de intención y de sonrisa aguda en la oportunidad y justa en la medida; es un cronómetro, no anda mucho, sino con precisión. Eso lo ignora el mediocre. Lees más fácil ridiculizar una sublime acción que imitarla.
En las sobremesas subalternas su dicacidad urticante puede confundirse con la gracia, mientras le ampara la complicidad maldiciente; pero fáltale el aticismo sano del que todo perdona en fuerza de comprenderlo todo y esa inteligencia cristalina que permite descifrar la verdad en la entraña misma de las cosas que el vaivén mundano somete a nuestra experiencia. Esos oficios tienen malignidades perversas por su misma falta de hidalguía; disfrazan de mesurada condolencia el encono de su inferioridad humillada. Los calumniadores minúsculos son más terribles, como las fuerzas moleculares que nadie ve y carcomen los metales más nobles. Nada teme el maldiciente al sembrar sus añagazas de esterquilinio; sabe que tiene a su espalda un innumerable jabardillo de cómplices, regocijados cada vez que un espíritu omiso los confabula contra una estrella.(INGENIEROS José. EL HOMBRE MEDIOCRE.Caracas-Venezuela.Editorial Panapo.1986.Pags.53-54)


IMAGEN DE UN MIMO.
LA ACADEMIA ES EL REFUGIO NATURAL DE QUIENES HACEN DE LOS COMPLEJOS SUS PROPIOS FETICHES, ENROSTRÁNDOLOS COMO MANIFESTACIÓN DE SUS EXITOS PROFESIONALES... MEGF

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