domingo, 1 de febrero de 2009

VÍDEO REFLEXIVO " AL PUEBLO QUE ESPERABA " COMENTARIO.



VÍDEO REFLEXIVO: " AL PUEBLO QUE ESPERABA ". COMENTARIO.
POR.PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
MARACAIBO.ESTADO ZULIA. VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.
GRABADO JUEVES 08 ENERO 2009.
PUBLICADO EN RED DOMINGO 01 FEBRERO 2009
Cuando aparece en la escena bíblica Juan El Bautista, el pueblo judío pensó que se trataba del Mesías, del ungido, del enviado del padre creador para liberar a su pueblo. Pero el propio Juan se encargó de "desengañar" a sus discípulos y al pueblo. "yo bautizo con agua...pero el quien viene detrás de mi os bautizará con el espíritu santo....a quien yo no soy digno ni de desatarle sus sandalias”. Así queda disipada la duda. Jesús es el Mesías. Pero a diferencia de las expectativas del pueblo judío, esa " liberación " no es terrena, social o humana. Es espiritual, para hacernos dignos de estar en la presencia de Dios . El hombre, desde su desobediencia en el eden,se hizo huraño, mentiroso, engañador, manipulador, débil ante la tentación, todo por haber descendido a los dominios del maligno. Solamente la misericordia de Dios, su amor infinito por nosotros, permitió que enviara a su Hijo Jesús, para nivelar y superar nuestro estadio vital: POR UN HOMBRE SE PERDIÓ LA GRACIA....PERO POR OTRO HOMBRE ( JESÚS ) SE REENCONTRÓ LA MISMA . LO MISMO OCURRIÓ POR LA TRASGRESIÓN DE EVA,Y QUE SOLAMENTE POR LA SANTIDAD DE NUESTRA MADRE VIRGEN MARÍA,MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA ,PUDO REDIMIRSE Y CONDONARSE ESA VIOLACIÓN .
A continuación transcribo algunas reflexiones atribuidas a PEDRO FARNÉS que resultan apropiadas en el abordaje del tema y como siempre nos reservamos nuestra opinión ,no nos hacemos solidarios con las que emite Pedro Farnes. Sin embargo su artículo estimula el estudio y búsqueda de las verdades espirituales que se orienten a disipar las dudas y ardides que nos alejan y distancian de la salvación eterna.




VEAMOS:

"Con el discurrir de los siglos Israel experimentó cómo iba pasando de una dominación a otra (babilonios, persas, griegos, romanos) sin que llegara el suspirado Mesías o rey. Por ello los judíos, por lo menos los mejores, empezaron a soñar con otro tipo de rey y de reino. Los textos bíblicos -especialmente los salmos- que en tiempos pasados se referían a su rey -a sus desposorios, a sus guerras, a sus victorias- los empezaron a aplicar a Yavé, a sus victorias sobre el mal, a su amor y desposorios con la sinagoga. Así la visión del futuro Mesías esperado se fue trasformando y espiritualizando, por lo menos parcialmente y por parte de algunos. Sin que por ello desapareciera del todo -ni mucho menos- la esperanza y la figura de un Mesías en el sentido estricto de rey sucesor de David y de Sedecías.
En los días del Nuevo Testamento, escenas como la del pueblo que ante la multiplicación de los panes quiere proclamar a Jesús rey (mesías) (Ju 6,15) o la de quienes, sobrecogidos por su autoridad, se interrogan si no será él el mesías (Ju 7,27) evidencian que ante la menor posibilidad de éxito reaparece la primitiva concepción de mesías como rey en la línea restauracionista del antiguo poder de los monarcas de Israel. ¿No es ésta aún la actitud que reaparece en los doce cuando en la última aparición del Resucitado, reanimados por el triunfo de la resurrección, preguntan a Jesús: ¿Señor, es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» (Hech 1, 6).
La palabra del Señor no puede fallar, el reino prometido ha de llegar, el Mesías o Cristo ha de venir. Así lo prometió el Señor a David y así debe, pues, acontecer. De aquí, pues, que continuemos esperando el cumplimiento de la promesa: «Te fundaré un linaje perpetuo, tu trono será más firme que el cielo» Por ello los cristianos suplicamos, con plena confianza, que venga el reino del Mesías y, siguiendo la recomendación del Salvador, repetimos la plegaria que en adviento se hace especialmente significativa: «venga a nosotros tu reino».
Desde el Israel de David al Israel de los profetas, del Israel de los profetas al del destierro babilónico y del Israel de la cautividad al nuevo Israel de Jesús lo único que ha cambiado es la perspectiva del Mesías esperado, no el término de nuestra esperanza. Es verdad que el rostro del mesías esperado cada vez se ha ido espiritualizando más, pero no ha cambiado de naturaleza, no ha pasado de ser la espera de un salvador -como algunos expresiones más modernas parecen dar a entender- a la espera de una situación mejor.
El Mesías que nosotros, como Israel, esperamos es aquel rey a quien « el Señor Dios le dará el trono de David, su padre y (como sus antepasados) reinará sobre la casa de Jacob». Ante la destrucción de Jerusalén y la muerte de Sedecías los judíos fueron comprendiendo que la casa de Jacob, el reino prometido, se situaba en un nivel superior al que antes habían soñado. Así empezó a vislumbrarse un Mesías algo distinto, un rey mayor que lo que fueron sus antiguos monarcas. Por ello Israel, en sus cantos, empezó a proclamar «El Señor es rey»-. Nosotros, los cristianos damos aún un paso más adelante en la expectación del Mesías: sabemos que el Mesías que esperamos es aquél a quien «el Padre consagró (constituyó ,mesías) y envió al mundo» (Jn 10, 36), sabemos que nuestro Mesías no es únicamente un rey -un lugarteniente de Yahvé y como tal hijo de Dios como llamaban con frecuencia los israelitas a su rey (CL v. gr. sal 2), sino el mismo Hijo de Dios por naturaleza, Dios como el Padre que lo consagra y envía al mundo como rey o Mesías, y rey definitivo no sólo de la casa de Jacob sino de toda la familia humana. Esta es pues la venida del Mesías que siempre anhela la Iglesia, cuyos acentos de esperanza se hacen más explícitos y repetitivos durante las semanas de Adviento.
Pero al celebrar el Adviento debemos poner atención y cuidado especial -sobre todo en nuestro mundo moderno tan «secularizado»- en no dar un paso atrás en la comprensión de la venida del Mesías. Si el progreso de la revelación judío-cristiana, a través de la historia y de sus avatares, ha hecho que el pueblo que Dios se ha escogido pasara progresivamente de la esperanza en un Mesías temporal que «restaurara el reino de Israel» (Hech 1, 6) a la expectación de un Mesías que lograra la implantación del reino de Dios -de aquel reino del que el Mesías definitivo afirmó que «no era de este mundo» (Ju 18, 36)- no demos nosotros un paso regresivo a la inversa convirtiendo nuestra espera en la expectación o en las esperanzas de un mejoramiento sólo terreno; como hombres y como cristianos podemos y debemos desear una mejora de nuestro mundo actual y de sus estructuras, un progreso de la justicia y del bienestar, un mundo con menos dolor y sufrimiento... pero todo ello no es el término de nuestra esperanza ni el objeto de nuestras súplicas por la llegada del reino de Dios; durante el Adviento lo que pedimos no es un futuro simplemente mejor sino el futuro absoluto, es decir, aquel futuro que ya no tendrá un mañana para mejorar porque todo en él será ya pleno." (PEDRO FARNÉS .ORACIÓN DE LAS HORAS . NOVIEMBRE 1995 ,11 )

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