sábado, 26 de enero de 2008

¿Titulados o Profesionales Universitarios?

por Mervy Enrique González Fuenmayor

- Martes, 22 de agosto de 2006 -

La tarde-noche ha sorprendido a mi ciudad con un clima húmedo y semilluvioso, Maracaibo no se caracteriza precisamente por poseer condiciones ambientales como las que he señalado; ha sido un día sábado nostálgico, bucólico, cubierto con un cielo muy gris, como si todo lo que se moviese debajo de él llevase un fardo en sus espaldas o sobre su lomo. En fin este ambiente ha motivado el contenido del presente artículo. Los recuerdos llegan de modo súbito a mi memoria, golpeando cada una de mis neuronas, como tratando de expresar la inconformidad interna que el fuero de mi conciencia, a ratos, pretende gritar con un sonido tan acentuado y extremo que llenaría, colmando todos espacios, nuestra ciudad. Esta inusual introducción que con vuestra licencia me he permitido, es necesaria para poder explicar lo que viene sucediendo en el medio educativo en nuestro país desde hace varios años. Soy testigo de excepción de esta situación, primeramente por mi condición de universitario la cual no he perdido, pues desde que ingresé al Alma Máter Zuliana (La Universidad del Zulia -Maracaibo, Venezuela, América del Sur) hace casi cuarenta años, como estudiante del pregrado en la carrera del Derecho, y en mi condición actual de catedrático del pregrado y posgrado de esa muy ilustre universidad, con dos décadas preparando y formando los abogados del futuro así como los posgraduados en esa carrera.
Lo que me dispongo a plasmar en las líneas que a continuación impregnarán estas apreciaciones, podrían calificarse o señalarse como sorprendentes, insólitas o simplemente increíbles. Dejo el rodeo para referirme al grave problema que viene minando la educación venezolana, la cual se encuentra en un estado - Parafraseando el metalenguaje médico- de pronóstico reservado, ya que sus debilidades y carencias son en un cierto grado las causantes de la poca o casi inexistente calidad, aptitud, capacidad, competencia y profesionalidad de un gran número de seres humanos que aunque ostentando un título otorgado por cualquiera de nuestras universidades, no son confiables ni eficientes, ni productivos en la prestación de sus conocimientos o servicios para los cuales "estudiaron, se prepararon y hasta se graduaron", jurando inclusive prestar a la sociedad sus servicios, conocimientos, habilidades y destrezas con toda su capacidad, honorabilidad y solidaridad.
Esta afirmación es la resultante de un estudio comparativo entre los profesionales egresados hace algunos años y los que hoy reciben su título en las diversas universidades, sin importar la naturaleza pública o privada de estas. No obstante - Y es pertinente afirmarlo-, no debe generalizarse esta op inión por cuanto a pesar de la problemática señalada, todavía podemos encontrar profesionales jóvenes o recién egresados con una capacidad, competencia, habilidad, destreza y conocimientos extraordinarios; desafortunadamente no constituye el sector mayoritario de ese mundo de los que algunos de manera esnobista llaman "producto universitario o producto académico". Como dirían algunos otros, desacertadamente estos últimos constituyen la excepción, y su distinción o relevancia dentro del mundo de la profesionalidad, se debe en la mayor parte de los casos, a su deseo ferviente e intenso de estudiar, capacitarse para lograr coronar con éxito su actividad, sirviendo a la sociedad con el patrocinio de un conocimiento actualizado, profundo y con miras futuristas, metas para las cuales, si deseamos ser sinceros, no preparó la universidad, o su bachillerato o los estudios primarios. En vez de ello, ha estado presente eso que en algunos seres humanos se llama preocupación e interés por el conocimiento y estudio de aquello que de alguna manera pueda contribuir a mejorar las condiciones del mundo, de la comunidad y de la sociedad en la que les ha tocado vivir y en la que vivirán sus descendientes. Se trata de individuos que tienen una apreciación del mundo y de la vida global, son personas que verdaderamente buscan en el conocimiento y la verdad dondequiera que éstos estén para colocarlos al servicio de un mejor mundo, de una mejor sociedad, de una mejor comunidad y en definitiva, en pos del bienestar y el progreso de la humanidad.
A efectuar estas aseveraciones, tengo la certeza de que ya algunos de los lectores de estos artículos podrán haber fijado posición respecto de mi persona y tal vez calificarme como anti-universitario o enemigo del sistema educativo venezolano, de sus estudiantes, del conglomerado profesoral o quizás adversario de las instituciones educacionales, universitarias o de cualquiera institución en las cual se imparta conocimiento sea cual fuere su especie. Esto desde luego no es cierto, toda mi vida la he dedicado a la búsqueda de la verdad, el conocimiento, la lucha por la justicia social y a compartir con el prójimo lo poco o lo mucho que la vida me ha enseñado, y en ella incluyo las enseñanzas formales de las instituciones educativas en las que he tenido la oportunidad de obtener algún tipo de conocimiento y consecuencialmente el otorgamiento de los títulos que me acreditan como "profesional universitario".
TITULADOS Y/O PROFESIONALES UNIVERSITARIOS: PRECISIONES CONCEPTUALES.
Para que pueda entenderse claramente mi posición y como método que he seguido por siempre cuando de escribir se trata, de pertinencia es, precisar algunos conceptos y definiciones que permitirán diferenciar las voces "titulado" y "profesional universitario". En ese sentido colacionemos el significado de los siguientes vocablos:
“Titulado, da. (Del part. de titular2). m. y f. Persona que posee un título académico. 2. título (ǁ persona que posee una dignidad nobiliaria). □ V. doctor ~.
(…)
Título. (Del lat. titŭlus). m. Palabra o frase con que se da a conocer el nombre o asunto de una obra o de cada una de las partes o divisiones de un escrito. 2. Renombre o distintivo con que se conoce a alguien por sus cualidades o sus acciones. 3. Causa, razón, motivo o pretexto. 4. Documento jurídico en el que se otorga un derecho o se establece una obligación. 5. Testimonio o instrumento dado para ejercer un empleo, dignidad o profesión. 6. Dignidad nobiliaria, como la de conde, marqués o duque. 7. Persona que posee esta dignidad nobiliaria. 8. Cada una de las partes principales en que suelen dividirse las leyes, reglamentos, etc., o subdividirse los libros de que constan. 9. Documento financiero que representa deuda pública o valor comercial. 10. Quím. Valoración cuantitativa de una disolución. 11. p. us. Rótulo con que se indica el contenido o destino de algo o la dirección de un envío. ~ al portador. m. El que no es nominativo, sino pagadero a quien lo lleva o exhibe. ~ colorado. m. Der. El que tiene apariencia de justicia o de buena fe, pero no es suficiente para transferir por sí solo la propiedad. 2. En derecho canónico, el que tiene apariencias de válido, pero adolece de un vicio oculto que lo hace nulo. ~ del reino. m. título (ǁ dignidad nobiliaria). 2. título (ǁ persona que posee una dignidad nobiliaria). ~ ejecutivo. m. Der. Documento público o privado dotado de fuerza ejecutiva. ~ lucrativo. m. Der. El que proviene de un acto de liberalidad, como la donación o el legado, sin conmutación recíproca. ~ oneroso. m. Der. El que supone recíprocas prestaciones entre los que adquieren y transmiten. ~s de crédito. m. pl. Cinem. y TV. créditos (ǁ relación de personas que han intervenido en una película). justo ~. m. Der. El que legalmente basta para la adquisición del derecho transmitido. a ~ de. loc. prepos. Con pretexto, motivo o causa de. □ V. obispo de ~”.
El significado de las voces: titulo y titulado transcrito, nos enseña a que no debemos confundir la exhibición de un título con la capacidad efectiva y real de su ejercicio o la praxis de la actividad que tal título certifica. Se puede tener el título de médico y sin embargo no ejercer la medicina de manera competente o de manera profesional, de la misma manera se puede obtener un título de ingeniero y nunca haber diseñado o construido alguna edificación con éxito, y así pudiéramos seguir colocando ejemplos hasta el infinito. Para determinar la diferencia entre el titulado y el profesional universitario observemos lo que el alcance de este último aporta:
“Profesional. adj. Perteneciente o relativo a la profesión. 2. Dicho de una persona: Que ejerce una profesión. U. t. c. s. 3. Dicho de una persona: Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive. Es un relojero profesional. U. t. c. s. Es un profesional del sablazo. 4. Hecho por profesionales y no por aficionados. Fútbol profesional. 5. com. Persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación. □ V. deformación ~, enfermedad ~, secreto ~, sigilo ~.
(…)
Profesionalizar. tr. Dar carácter de profesión a una actividad. 2. Convertir a un aficionado en profesional (ǁ persona que ejerce una profesión). U. t. c. prnl.
(…)
Profesionalidad. f. Cualidad de la persona u organismo que ejerce su actividad con relevante capacidad y aplicación. 2. Actividad que se ejerce como una profesión.
(…)
Profesión. (Del lat. professĭo, -ōnis). f. Acción y efecto de profesar. 2. Ceremonia eclesiástica en que alguien profesa en una orden religiosa. 3. Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución. hacer ~ de una costumbre o habilidad. fr. Jactarse de ella.
(…)
Profesionalmente. adv. m. De un modo o desde un punto de vista profesional. A los 17 años empezó a jugar profesionalmente al tenis.
(…)
Profesionalismo. m. Cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes, como medio de lucro”.
Los términos cuya significación se ha reproducido en los párrafos anteriores, demuestran de manera fehaciente que no es lo mismo ser titulado que profesional universitario. El título certifica que la persona que lo exhibe o lo posea, está apto para el ejercicio de la actividad a la que se refiere o involucra ese título, pero es la realidad o la práctica la que en definitiva determinará si ese título es congruente con el ejercicio de estas últimas. Por el contrario el carácter de profesional universitario de una actividad lo da específicamente su práctica habitual y además caracterizada por la relevancia, capacidad y aplicación de quien ejecuta esa actividad, es decir que el profesional universitario posee no sólo el título con el cual ejerce una labor, sino que además la ejerce con capacidad, relevancia y aplicación. De allí que la generalidad confunda al titulado con el profesional universitario, y esta confusión es la que se genera en nuestro país, dado el caso de que el titulado no garantiza eficiencia, capacidad y competencia en la prestación de servicios que ejecuta. En cambio el profesional universitario, como ya ha quedado escrito, se caracteriza fundamentalmente por poseer estas habilidades y conocimientos los cuales son garantía de una prestación del servicio útil, eficiente, de extrema calidad y por ende de gran beneficio para la comunidad.
La realidad venezolana considerada en el aspecto educativo y del desempeño de los egresados universitarios, plantean situaciones que son realmente lamentables. Esto es un secreto sotto voce, "es una verdad que aunque sabida se calla y por callada se olvida". Esta afirmación no me convierte en juez, ni mucho menos en sentenciador sin derecho a la defensa, ni abogado defensor, ni fiscal, ni jurado de la educación venezolana y de los egresados de nuestras casas superiores de estudio. Esta no es mi función, sin embargo sería cómplice e irresponsable de mi parte no señalar las vicisitudes, carencias, omisiones, dificultades, problemas y la coexistencia de diversidad de factores que han generado una problemática tan grande y tan grave que amenaza con la vigencia de los más elementales y supremos valores relativos a la moral, la ética, la justicia, el bien común y la finalidad de nuestras instituciones educativas. Puede afirmarse también sin temor a equívocos que el modelo educativo venezolano ha venido degradándose desde hace algunos años, al punto de que en las aulas universitarias, que son el medio en el cual desarrollo gran parte de mi actividad como catedrático, se puede apreciar una diversidad de problemáticas que parten desde un analfabetismo funcional generalizado en los bachilleres que ingresan a la educación superior, pasando por la ignorancia de conocimientos elementales para poder permanecer en aquellas aulas, hasta el extremo de localizar o encontrarse con titulados que han culminado una carrera y sin embargo no están preparados cognitivamente para ejercerla.
En caso de un sector considerable de los estudiantes de las escuelas de Derecho de nuestras universidades, y en ese listín incluyó igualmente a los cursantes posgraduados, bien se trate de alumnos de la especialidad, maestría o doctorado, en ellos también está presente el fenómeno señalado y lo que es peor a veces con la complicidad de los actores intervinientes en el acto educativo, quienes ignorando el papel fundamental del docente universitario - Como suelen llamarlo ahora- hacen mutis o simplemente no diseñan los correctivos pertinentes para impedir que tal situación se siga produciendo, y en este caso no vale argüir la circunstancia de no estar ocupando cargos administrativos o señalar que no se tiene relación alguna ni con el currículo ni con el organismo encargado de diseñar los contenidos programáticos de cada cátedra, ni tampoco los sistemas de evaluación y selección para el ingreso a la carrera universitaria. Todos estos argumentos se caen por su propio peso, toda vez que los docentes y profesores, sea cual fuere el nivel en el cual enseñan: sea en los estudios elementales o primarios, secundarios, universitarios en el pre o postgrado, están obligados ineluctablemente al cumplimiento de los deberes de fortalecer, enriquecer y mejorar el sistema educativo, su estructura, sus valores, su eficiencia, su productividad y la calidad del profesional que surja de sus aulas, de otra manera el futuro de nuestra educación ¿Y por qué no? de la sociedad estará condenado al fracaso.
A los razonamientos anteriores cabe agregar el papel que juegan las instituciones educativas en las cuales se forman nuestros niños y adolescentes. Se dice que la familia es la célula fundamental de la sociedad y que la escuela es una especie de puente entre la familia y la sociedad, y en ese sentido debe destacarse la importancia que en la primera poseen los padres y en la segunda los maestros y profesores. En ese itinerario llegarán estos niños a ser adolescentes, para discurrir su juventud en las aulas universitarias en las que se formarán - Teóricamente hablando- como profesionales universitarios, pues ya ha se ha visto que en la generalidad de los casos, los egresados son titulados y no precisamente profesionales universitarios. Para ilustrar y fortalecer este diagnóstico es de prudencia, centrar nuestra atención en los párrafos que de seguidas transcribiremos y que hemos tomado de la obra intitulada “VALORES DE CADA DIA” cuyo autor es el Presbítero CIRIACO IZQUIERDO, (ESPECIALISTA EN TEMAS DE LA JUVENTUD Y AUTOR ADEMÀS DE MUCHAS OTRA OBRAS DE IGUAL ORIENTACIÒN) editado en Caracas-Venezuela por Ediciones Paulinas. Año 2003. Expresemos con ese autor lo siguiente:
“LA ESCUELA, CENTRO DE ENCUENTRO
La escuela ha sido como el puente entre la familia y la sociedad, así es en éste marco social donde se integran los jóvenes para ir madurando a través de los procesos de comunicación y entendimiento de los sujetos, en la consecución de fines comunes que se materializan en estructuras que conllevan valores "objetivos", de modo que las tradiciones culturales relevantes para la integración social, puedan llegar a perpetuarse como sistemas de participación social orientados según los valores.
La escuela es el espacio social que sigue a la experiencia familiar; se puede decir que se trata del primer escenario de carácter general en el que el niño, y luego el joven, va a aprender a ser sujeto de la vida social. Es evidente que el sistema escolar tiene una incidencia decisiva en la formación de una sociedad solidaria más allá de las políticas distributivas. La crisis de la educación, cuando se entiende desde la perspectiva utilitaria de acopio de conocimientos técnicos, es evidente. El difícil consenso social sobre los estilos de educación y el necesario pluralismo que tiende a evitar la monopolización de la enseñanza por parte de cualquier instancia social, ha llevado a considerar que era necesario prevenir a los Estados de una intrusión autoritaria en los sistemas educativos. (Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas)”.
Por otra parte el autor continúa expresando:
La Escuela es una institución social que funciona como un medio ambiente donde se desarrolla el individuo, que a su vez refleja la cultura de la que forma parte y transmite a los jóvenes que están en ellas "un determinado modo de ver el mundo", allí se captan una serie de valores que influyen en la conducta: a) el sentido del yo, b) sentimiento de la propia competencia, c) la imagen sobre las posibilidades de los varones y mujeres, d) las relaciones con otras personas, e) la visión de la justicia y f) la moralidad y el conocimiento de que el sistema social va más allá de las funciones de la familia.
La escuela es importante para el desarrollo social porque afecta a los tipos de paradigmas sociales que la persona aprende: la relación que la persona establece con la institución escolar, contribuye en la valoración que la persona realiza sobre sus logros personales, su habilidad de relación con los demás y su participación en el propio proceso educativo, así como el reconocimiento del logro personal por los demás profesores y compañeros. Es importante pues, que tanto los elementos como las personas que configuran el margen escolar del joven, faciliten su desarrollo armónico”.
En cuanto a nuestra opinión acerca del resultado de las investigaciones del Padre Ciriaco Izquierdo, manifestamos nuestra coincidencia con sus planteamientos. Esas situaciones que arrojan sus investigaciones son extremadamente ciertas, particularmente en el proceso educativo venezolano, cualquiera que sean sus niveles, bien desde la educación primaria hasta la universitaria y posuniversitaria. Es fácil localizar en nuestras aulas alumnos con las carencias que sugieren los criterios expresados por Izquierdo, sobretodo si partimos de una escala de valores degradada, distorsionada y errática predominante hoy en la estructura familiar, tal vez debido al proceso de transculturación de sociedades en las cuales lo más importante es el lucro, el bienestar y la prosperidad, las cuales hay que alcanzar sin importar el medio que se utilice o la actitud honesta o no, proba o no, ética o no, justa o no, socialmente aceptable o no, en otras palabras el éxito, entre comillas, es el telos o finalidad de un individuo y de la sociedad de la cual forma parte y aquel debe conseguirse a como dé lugar sin ninguna otra consideración que no sea su logro. Por ello es comprensible que el egresado universitario de hoy, en un sector porcentualmente alto, presente una deficiente formación que lo inhabilita para el ejercicio profesional competente, capaz, actitudinalmente ético, justo y signado por la eficiencia. La problemática no se reduce única y exclusivamente al estudiante o al sistema educativo cargado de omisiones, carencias, políticas gubernamentales erradas , modelos que poseen éxito en otros países y sociedades, pero no en la nuestra, debido a que cada modelo educacional responde o se fundamenta en valores que son propios de la sociedad en la cual rige, de su tradición cultural, de sus costumbres, del perfil de los individuos que la componen, de sus creencias, de sus prioridades, del medio ambiente y de una diversidad de factores que hacen de ese modelo el más idóneo para un tipo de sociedad determinado. El grave problema de nuestro país, ha sido precisamente la importación de modelos que de ninguna manera representan o responden a la idiosincracia del venezolano o del latinoamericano. En nuestros países contamos con una escala de valores que si bien coinciden con la generalidad de los que rigen otros países sean desarrollados o no, pero que también guardan diferencias abismales con estos últimos. La razón o razones pueden ser de diversa naturaleza: desde nuestra ancestralidad indiana, pasando por nuestro mestizaje y concluyendo en una sociedad que es una mixtura, al combinar una estructura económica ruralizada con otra tecnológica y avanzada, y para colmo alienada con aquellos valores de ascenso social rápido, éxito con el menor esfuerzo (Éxito malentendido, pues se le toma como sinónimo de bienes materiales o la posesión de grandes fortunas o patrimonios económicos). No obstante quiero dejar claro y perfectamente establecido que ni soy comunista, ni ateo, ni marxista ni mucho menos socialista, lo que ocurre es que estos fenómenos se producen en todas las sociedades incluyendo estas últimas, por ello no sería científico hacer tabla rasa de los factores que juegan un papel preponderante en una sociedad para impulsarla hacia el desarrollo o mantenerla en la oscuridad mediante el ejercicio de un poder autocrático, totalitario y dictatorial.
Pero la problemática debe tomar en cuenta también además de la escuela y sus estudiantes, al docente o profesor como elemento o factor integrante del proceso de enseñanza-aprendizaje y del resultado positivo o no del mismo. A tales efectos Ciriaco Izquierdo apunta lo siguiente:
“También el profesor ocupa un lugar central en todo el planteamiento, dado que es quien fija la estructura de la clase cooperativa, competitiva o individualista. De sus actitudes y refuerzos dependen el rendimiento, la autoestima y la salud psicosociológica de sus alumnos y desde su acción tutorial se posibilita la participación y eficacia de los padres. El sistema educativo influye decisivamente en la calidad de las relaciones sociales y sus valores. Por ello, su papel en la configuración de una sociedad justa no puede ser cumplido bajo la presión de intereses políticos, ideológicos o partidistas. En suma el problema educativo no es sólo un problema social, sino raíz y fuente de otros muchos problemas de justicia e integración social. Si la institución educativa se configura como factor esencial de socialización y clave fundamental para el desarrollo de una sociedad pluralista integrada y justa, las instituciones políticas, culturales, sanitarias, etc. presentan también una muy especial relevancia al respecto. Los profesores, educadores, padres de familia, adolescentes y lectores de este artículo deben comprender que se debe propender a la formación integral del hombre dentro de una concepción del humanismo cristiano. En consecuencia se sugiere que cada uno de nosotros pueda ser su propio termómetro para evaluar con precisión su estado actual en materia de valores, no sólo en el conocimiento ¿QUÉ ES? Sino también del ¿PARA QUE?
EDUCAR PARA LA VIDA
Educar para la vida, es una de las tareas fundamentales hoy , pero no la contemplamos al considerar a la sociedad como el enemigo a abatir en las grandes lides; no debemos considerar a la sociedad como un ente de disputas, de victorias o frustraciones, sino donde la realización personal redunda en el bien colectivo; siempre es preferible afirmar que “para triunfar en la vida lo esencial es saber florecer donde Dios le plante a cada uno” , de otro modo el triunfo en la vida quedaría empobrecido, sobre todo cuando se reduce simplemente a una victoria material por qué todo ello son logros efímeros para el realce de la condición humana y como tales permanecen como lo que es: materia. Estas adquisiciones por desgracia no modifican el ser sino que se reducen al tener.
El hombre se hace persona cuando sabe ser un individuo social, cuando sabe desenvolverse “dentro del ambiente de sus iguales y de los que no lo son”. La socialización [Entendiendo por socializar <<>>.] eficaz y edificante sólo es posible a través de la educación, es decir, a través de la formación integral que permita al joven vivir una auténtica vida social. El hombre se convierte en persona cuando vale, cuando es capaz de dar a los demás lo mejor de sí mismo, por ello, ha quedado claro y determinado una escala de actitudes que sólo a través de la educación pueden alcanzarse y que sin su concurso sería una misión casi imposible .
La génesis personal de los valores brota primariamente en el seno de la familia. La personalidad se construye a través de una experiencia interior inscrita en el entorno familiar, que transmite al individuo todo un sistema cultural impregnado de valores. En virtud de la comunicación con los padres, el niño descubre las normas y reglas vigentes en las relaciones sociales y el mundo de valores que aquéllas conllevan. Así va configurando paulatinamente, no sólo un mundo de experiencias, sentimientos y emociones, sino también los rasgos de su propia personalidad, por ende los valores constituyen los caminos por los que puede transitar su comunicación y su acción de forma inteligente y armónica.
Los valores no son un producto de la circunstancia de la comunicación, pero sí se hallan asociados a ella. En el proceso de formación de la personalidad los valores son aquellos ejes que forman parte de la configuración interior y definen la orientación general de los comportamientos, y es sabido que la formación de la persona humana se haya ligada a la participación de los "otros relevantes" sobre cuyo modelo y exigencias se constituye la propia personalidad y sus valores.
Hay como una ceguera positiva, que crea y elabora el propio individuo en su empeño de escapar a sus propias exigencias y recluirse en el área de lo utilitario, esa represión y esa indiferencia contemplativa desemboca en formas de fariseísmo e incluso de deformación de los bienes y de los valores. De ahí que la crisis de solidaridad de nuestro tiempo se halle recubierta de discursos de honradez y solidaridad.
Todos estos valores asumidos y vivenciados que configuran la dignidad, reconocidos por todos, dan apoyo y fundamento a un diálogo universal, a un entendimiento generalizado que harán posible la paz, la solidaridad y la tolerancia entre todos los hombres y entre todos los pueblos, así: "La medida de una sociedad viene dada por los valores que cultiva, por los ideales para los que vive o por los fines a los que tiende. Estos valores configurantes de un pueblo, de una cultura, necesitan encontrar vías de explicación para mantener su identidad y consistencia. No puede sostenerse una sociedad del tipo que sea sin alguna forma de reconocimiento público de sus valores".
(…)
“Si los cristianos vivieran como redimidos sería más fácil creer en el redentor”. En esta altura frase de Nietzsche están resumidas todas las exigencias que se le presentan a los cristianos para una total identificación con Cristo y una total renovación de los valores en la familia y en la sociedad: vivir verdaderamente como resucitados.
Como en torno al cristianismo se han creado tantas "historias" (ideológicas, sociales, políticas) siempre podemos caer en el riesgo consciente o inconsciente de pensar que la fe evangélica es un montaje, traído por Jesús. Y sin embargo la renovación que Él trae supone un vuelco tan grande, que el cristianismo debería ser algo muy distinto de un montaje “instalado y prefabricado" porque Jesús nos trajo una corriente del vida, fraternidad y esperanza.
El progreso técnico no da necesariamente la paz y la felicidad. Han fallado las estructuras del espíritu y el mundo de la fe en los destinos del hombre. El hecho está ahí bien señalado. “Creo que la angustia, - decía Halperin- es lo característico del siglo veinte. La filosofía da no es capaz de dar a los hombres la esperanza, una respuesta al sentido de la vida. Es necesario ir más arriba, a la teología, a la revelación, que no fue otra cosa si no Cristo mismo manifestado, revelado en su renovación espiritual", la cual continúa siendo la tarea fundamental de nuestra época y que no se puede realizar sino a partir de las fuerzas espirituales del cristianismo.
Funciones que pueden desempeñar los valores:
a. Los valores son patrones que sirven para guiar la vida de los hombres.
b. Orientan la actividad humana en las situaciones concretas de la vida.
c. Mediatizan de la percepción que nos formamos de los demás y de nosotros mismos. Sirven de base para juzgar a los demás.
d. El sistema de valores un plan general de apoyo y ayuda para evaluar, resolver conflictos y tomar decisiones.
e. Sirven para mantener y exaltar la autoestima.
f. Son metas ideales que trascienden a las situaciones.
g. Son patrones normativos y determinantes de actitudes y conductas.
h. El mundo de los valores constituye la puerta de entrada del mundo de la trascendencia.
I. El sentido trascendente de los valores fundamenta la fraternidad y solidaridad humana.
j. El valor siempre se refiere al ser humano, pero el valor moral trasciende a su portador.
Los valores morales y sociales
La familia, en primer lugar realiza la socialización sobre todo a niveles afectivos y como tal está expuesta a la permisión de "conductas desviantes" y a la fijación de comportamientos y criterios. La escuela permite la socialización secundaria, con mayores niveles de racionalización de comportamientos. Ambas se necesitan y requieren el lugar donde poner en común las expectativas de conducta, así como donde intercambiar criterios que aseguran la coherencia y continuidad de los procesos educativos: criterios de madurez, morales, sobre conflictos generacionales, sobre vida cristiana, etc.
La salud moral se cultiva de forma adecuada en el ámbito de costumbres personales y de virtudes eminentemente cristianas, con la delicadeza social y colectiva. Se expresa por el ambiente efectivamente sano que se respira en el seno familiar, por la alegría frecuente alentada desde el interior, y por la cordialidad con que se establecen ideales comunes.
La familia es la única plataforma educativa que puede garantizar la formación integral de la persona, no sólo en los primeros años de vida en los que la dependencia es absoluta por parte de los hijos, sino en los años posteriores, incluso cuando el hijo crece socialmente y se vincula de alguna forma a los padres, son ellos quienes instruyen con su testimonio, con su palabra, con su consejo oportuno y desinteresado.
Por eso, una familia que intente manifestarse agnóstica o indiferente ante los principios morales, ante las actitudes religiosas, ante la proyección espiritual y sobrenatural de la persona, es una familia es educativamente mutilada. También aquí la neutralidad quiérase o no, es una toma de postura con efectos impredecibles pero inevitables. Lo valores espirituales no se improvisan, sino que son fruto paciente del prolongado trabajo de la sensibilidad, de la auténtica fe. Ellos proceden más de la vida que de la inteligencia, más del interior que de la previsión lógica. Esta información espiritual escapa del mismo marco estrecho del tradicionalismo rutinario y conduce a sentimientos de mayor compromiso, a relaciones de profunda solidaridad social, a más sensibilidad espiritual y social, a mejor disposición ante los actos de culto, ante las normas éticas o ante los servicios sociales.
Actitudes para comenzar la práctica del bien
Contra el frío del egoísmo, el fuego de la caridad.
Contra el frío de la codicia, el fuego de la generosidad.
Contra el frío de la indiferencia, el fuego de la solidaridad.
Contra el frío del rechazo, el fuego de la acogida.
Contra el frío de la soledad, el fuego de la cercanía.
Contra el frío de la duda, el fuego de la vera la.
Contra el frío del desencanto, el fuego de la ilusión.
Contra el frío del hombre, el fuego de Dios.
Ya el lector habrá podido comprender la posición del autor de las presentes reflexiones vinculadas con la educación superior y los títulos que expiden estas máximas casas de estudio. Creo que el conocimiento no lo es todo y que el mismo si no se funda o se afinca en los valores morales, éticos y religiosos de una sociedad y una familia, no puede generar individuos capaces y aptos para la lucha a favor de la justicia y en contra de la pobreza, la corrupción, el abuso de poder, la inseguridad, la carencia de servicios públicos, el bien común y en general universitarios preparados para impedir las transgresiones que ocurren con frecuencia exponencial en la sociedad, en la familia, y en la comunidad internacional. Por ello afirmo que nuestro país debe necesariamente pasar por un proceso de transformación no solamente de su sistema educativo si no de todas las instituciones para que de esta manera podamos enrumbarnos definitivamente hacia el camino del desarrollo económico, social, político, ético y religiosos. Amén.-
Publicado por Alejandro Morales-Loaiza en 9:18 PM 0 comentarios
por Mervy Enrique González Fuenmayor
- Martes, 22 de agosto de 2006 -
La tarde-noche ha sorprendido a mi ciudad con un clima húmedo y semilluvioso, Maracaibo no se caracteriza precisamente por poseer condiciones ambientales como las que he señalado; ha sido un día sábado nostálgico, bucólico, cubierto con un cielo muy gris, como si todo lo que se moviese debajo de él llevase un fardo en sus espaldas o sobre su lomo. En fin este ambiente ha motivado el contenido del presente artículo. Los recuerdos llegan de modo súbito a mi memoria, golpeando cada una de mis neuronas, como tratando de expresar la inconformidad interna que el fuero de mi conciencia, a ratos, pretende gritar con un sonido tan acentuado y extremo que llenaría, colmando todos espacios, nuestra ciudad. Esta inusual introducción que con vuestra licencia me he permitido, es necesaria para poder explicar lo que viene sucediendo en el medio educativo en nuestro país desde hace varios años. Soy testigo de excepción de esta situación, primeramente por mi condición de universitario la cual no he perdido, pues desde que ingresé al Alma Máter Zuliana (La Universidad del Zulia -Maracaibo, Venezuela, América del Sur) hace casi cuarenta años, como estudiante del pregrado en la carrera del Derecho, y en mi condición actual de catedrático del pregrado y posgrado de esa muy ilustre universidad, con dos décadas preparando y formando los abogados del futuro así como los posgraduados en esa carrera.
Lo que me dispongo a plasmar en las líneas que a continuación impregnarán estas apreciaciones, podrían calificarse o señalarse como sorprendentes, insólitas o simplemente increíbles. Dejo el rodeo para referirme al grave problema que viene minando la educación venezolana, la cual se encuentra en un estado - Parafraseando el metalenguaje médico- de pronóstico reservado, ya que sus debilidades y carencias son en un cierto grado las causantes de la poca o casi inexistente calidad, aptitud, capacidad, competencia y profesionalidad de un gran número de seres humanos que aunque ostentando un título otorgado por cualquiera de nuestras universidades, no son confiables ni eficientes, ni productivos en la prestación de sus conocimientos o servicios para los cuales "estudiaron, se prepararon y hasta se graduaron", jurando inclusive prestar a la sociedad sus servicios, conocimientos, habilidades y destrezas con toda su capacidad, honorabilidad y solidaridad.
Esta afirmación es la resultante de un estudio comparativo entre los profesionales egresados hace algunos años y los que hoy reciben su título en las diversas universidades, sin importar la naturaleza pública o privada de estas. No obstante - Y es pertinente afirmarlo-, no debe generalizarse esta op inión por cuanto a pesar de la problemática señalada, todavía podemos encontrar profesionales jóvenes o recién egresados con una capacidad, competencia, habilidad, destreza y conocimientos extraordinarios; desafortunadamente no constituye el sector mayoritario de ese mundo de los que algunos de manera esnobista llaman "producto universitario o producto académico". Como dirían algunos otros, desacertadamente estos últimos constituyen la excepción, y su distinción o relevancia dentro del mundo de la profesionalidad, se debe en la mayor parte de los casos, a su deseo ferviente e intenso de estudiar, capacitarse para lograr coronar con éxito su actividad, sirviendo a la sociedad con el patrocinio de un conocimiento actualizado, profundo y con miras futuristas, metas para las cuales, si deseamos ser sinceros, no preparó la universidad, o su bachillerato o los estudios primarios. En vez de ello, ha estado presente eso que en algunos seres humanos se llama preocupación e interés por el conocimiento y estudio de aquello que de alguna manera pueda contribuir a mejorar las condiciones del mundo, de la comunidad y de la sociedad en la que les ha tocado vivir y en la que vivirán sus descendientes. Se trata de individuos que tienen una apreciación del mundo y de la vida global, son personas que verdaderamente buscan en el conocimiento y la verdad dondequiera que éstos estén para colocarlos al servicio de un mejor mundo, de una mejor sociedad, de una mejor comunidad y en definitiva, en pos del bienestar y el progreso de la humanidad.
A efectuar estas aseveraciones, tengo la certeza de que ya algunos de los lectores de estos artículos podrán haber fijado posición respecto de mi persona y tal vez calificarme como anti-universitario o enemigo del sistema educativo venezolano, de sus estudiantes, del conglomerado profesoral o quizás adversario de las instituciones educacionales, universitarias o de cualquiera institución en las cual se imparta conocimiento sea cual fuere su especie. Esto desde luego no es cierto, toda mi vida la he dedicado a la búsqueda de la verdad, el conocimiento, la lucha por la justicia social y a compartir con el prójimo lo poco o lo mucho que la vida me ha enseñado, y en ella incluyo las enseñanzas formales de las instituciones educativas en las que he tenido la oportunidad de obtener algún tipo de conocimiento y consecuencialmente el otorgamiento de los títulos que me acreditan como "profesional universitario".
TITULADOS Y/O PROFESIONALES UNIVERSITARIOS: PRECISIONES CONCEPTUALES.
Para que pueda entenderse claramente mi posición y como método que he seguido por siempre cuando de escribir se trata, de pertinencia es, precisar algunos conceptos y definiciones que permitirán diferenciar las voces "titulado" y "profesional universitario". En ese sentido colacionemos el significado de los siguientes vocablos:
“Titulado, da. (Del part. de titular2). m. y f. Persona que posee un título académico. 2. título (ǁ persona que posee una dignidad nobiliaria). □ V. doctor ~.
(…)
Título. (Del lat. titŭlus). m. Palabra o frase con que se da a conocer el nombre o asunto de una obra o de cada una de las partes o divisiones de un escrito. 2. Renombre o distintivo con que se conoce a alguien por sus cualidades o sus acciones. 3. Causa, razón, motivo o pretexto. 4. Documento jurídico en el que se otorga un derecho o se establece una obligación. 5. Testimonio o instrumento dado para ejercer un empleo, dignidad o profesión. 6. Dignidad nobiliaria, como la de conde, marqués o duque. 7. Persona que posee esta dignidad nobiliaria. 8. Cada una de las partes principales en que suelen dividirse las leyes, reglamentos, etc., o subdividirse los libros de que constan. 9. Documento financiero que representa deuda pública o valor comercial. 10. Quím. Valoración cuantitativa de una disolución. 11. p. us. Rótulo con que se indica el contenido o destino de algo o la dirección de un envío. ~ al portador. m. El que no es nominativo, sino pagadero a quien lo lleva o exhibe. ~ colorado. m. Der. El que tiene apariencia de justicia o de buena fe, pero no es suficiente para transferir por sí solo la propiedad. 2. En derecho canónico, el que tiene apariencias de válido, pero adolece de un vicio oculto que lo hace nulo. ~ del reino. m. título (ǁ dignidad nobiliaria). 2. título (ǁ persona que posee una dignidad nobiliaria). ~ ejecutivo. m. Der. Documento público o privado dotado de fuerza ejecutiva. ~ lucrativo. m. Der. El que proviene de un acto de liberalidad, como la donación o el legado, sin conmutación recíproca. ~ oneroso. m. Der. El que supone recíprocas prestaciones entre los que adquieren y transmiten. ~s de crédito. m. pl. Cinem. y TV. créditos (ǁ relación de personas que han intervenido en una película). justo ~. m. Der. El que legalmente basta para la adquisición del derecho transmitido. a ~ de. loc. prepos. Con pretexto, motivo o causa de. □ V. obispo de ~”.
El significado de las voces: titulo y titulado transcrito, nos enseña a que no debemos confundir la exhibición de un título con la capacidad efectiva y real de su ejercicio o la praxis de la actividad que tal título certifica. Se puede tener el título de médico y sin embargo no ejercer la medicina de manera competente o de manera profesional, de la misma manera se puede obtener un título de ingeniero y nunca haber diseñado o construido alguna edificación con éxito, y así pudiéramos seguir colocando ejemplos hasta el infinito. Para determinar la diferencia entre el titulado y el profesional universitario observemos lo que el alcance de este último aporta:
“Profesional. adj. Perteneciente o relativo a la profesión. 2. Dicho de una persona: Que ejerce una profesión. U. t. c. s. 3. Dicho de una persona: Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive. Es un relojero profesional. U. t. c. s. Es un profesional del sablazo. 4. Hecho por profesionales y no por aficionados. Fútbol profesional. 5. com. Persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación. □ V. deformación ~, enfermedad ~, secreto ~, sigilo ~.
(…)
Profesionalizar. tr. Dar carácter de profesión a una actividad. 2. Convertir a un aficionado en profesional (ǁ persona que ejerce una profesión). U. t. c. prnl.
(…)
Profesionalidad. f. Cualidad de la persona u organismo que ejerce su actividad con relevante capacidad y aplicación. 2. Actividad que se ejerce como una profesión.
(…)
Profesión. (Del lat. professĭo, -ōnis). f. Acción y efecto de profesar. 2. Ceremonia eclesiástica en que alguien profesa en una orden religiosa. 3. Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución. hacer ~ de una costumbre o habilidad. fr. Jactarse de ella.
(…)
Profesionalmente. adv. m. De un modo o desde un punto de vista profesional. A los 17 años empezó a jugar profesionalmente al tenis.
(…)
Profesionalismo. m. Cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes, como medio de lucro”.
Los términos cuya significación se ha reproducido en los párrafos anteriores, demuestran de manera fehaciente que no es lo mismo ser titulado que profesional universitario. El título certifica que la persona que lo exhibe o lo posea, está apto para el ejercicio de la actividad a la que se refiere o involucra ese título, pero es la realidad o la práctica la que en definitiva determinará si ese título es congruente con el ejercicio de estas últimas. Por el contrario el carácter de profesional universitario de una actividad lo da específicamente su práctica habitual y además caracterizada por la relevancia, capacidad y aplicación de quien ejecuta esa actividad, es decir que el profesional universitario posee no sólo el título con el cual ejerce una labor, sino que además la ejerce con capacidad, relevancia y aplicación. De allí que la generalidad confunda al titulado con el profesional universitario, y esta confusión es la que se genera en nuestro país, dado el caso de que el titulado no garantiza eficiencia, capacidad y competencia en la prestación de servicios que ejecuta. En cambio el profesional universitario, como ya ha quedado escrito, se caracteriza fundamentalmente por poseer estas habilidades y conocimientos los cuales son garantía de una prestación del servicio útil, eficiente, de extrema calidad y por ende de gran beneficio para la comunidad.
La realidad venezolana considerada en el aspecto educativo y del desempeño de los egresados universitarios, plantean situaciones que son realmente lamentables. Esto es un secreto sotto voce, "es una verdad que aunque sabida se calla y por callada se olvida". Esta afirmación no me convierte en juez, ni mucho menos en sentenciador sin derecho a la defensa, ni abogado defensor, ni fiscal, ni jurado de la educación venezolana y de los egresados de nuestras casas superiores de estudio. Esta no es mi función, sin embargo sería cómplice e irresponsable de mi parte no señalar las vicisitudes, carencias, omisiones, dificultades, problemas y la coexistencia de diversidad de factores que han generado una problemática tan grande y tan grave que amenaza con la vigencia de los más elementales y supremos valores relativos a la moral, la ética, la justicia, el bien común y la finalidad de nuestras instituciones educativas. Puede afirmarse también sin temor a equívocos que el modelo educativo venezolano ha venido degradándose desde hace algunos años, al punto de que en las aulas universitarias, que son el medio en el cual desarrollo gran parte de mi actividad como catedrático, se puede apreciar una diversidad de problemáticas que parten desde un analfabetismo funcional generalizado en los bachilleres que ingresan a la educación superior, pasando por la ignorancia de conocimientos elementales para poder permanecer en aquellas aulas, hasta el extremo de localizar o encontrarse con titulados que han culminado una carrera y sin embargo no están preparados cognitivamente para ejercerla.
En caso de un sector considerable de los estudiantes de las escuelas de Derecho de nuestras universidades, y en ese listín incluyó igualmente a los cursantes posgraduados, bien se trate de alumnos de la especialidad, maestría o doctorado, en ellos también está presente el fenómeno señalado y lo que es peor a veces con la complicidad de los actores intervinientes en el acto educativo, quienes ignorando el papel fundamental del docente universitario - Como suelen llamarlo ahora- hacen mutis o simplemente no diseñan los correctivos pertinentes para impedir que tal situación se siga produciendo, y en este caso no vale argüir la circunstancia de no estar ocupando cargos administrativos o señalar que no se tiene relación alguna ni con el currículo ni con el organismo encargado de diseñar los contenidos programáticos de cada cátedra, ni tampoco los sistemas de evaluación y selección para el ingreso a la carrera universitaria. Todos estos argumentos se caen por su propio peso, toda vez que los docentes y profesores, sea cual fuere el nivel en el cual enseñan: sea en los estudios elementales o primarios, secundarios, universitarios en el pre o postgrado, están obligados ineluctablemente al cumplimiento de los deberes de fortalecer, enriquecer y mejorar el sistema educativo, su estructura, sus valores, su eficiencia, su productividad y la calidad del profesional que surja de sus aulas, de otra manera el futuro de nuestra educación ¿Y por qué no? de la sociedad estará condenado al fracaso.
A los razonamientos anteriores cabe agregar el papel que juegan las instituciones educativas en las cuales se forman nuestros niños y adolescentes. Se dice que la familia es la célula fundamental de la sociedad y que la escuela es una especie de puente entre la familia y la sociedad, y en ese sentido debe destacarse la importancia que en la primera poseen los padres y en la segunda los maestros y profesores. En ese itinerario llegarán estos niños a ser adolescentes, para discurrir su juventud en las aulas universitarias en las que se formarán - Teóricamente hablando- como profesionales universitarios, pues ya ha se ha visto que en la generalidad de los casos, los egresados son titulados y no precisamente profesionales universitarios. Para ilustrar y fortalecer este diagnóstico es de prudencia, centrar nuestra atención en los párrafos que de seguidas transcribiremos y que hemos tomado de la obra intitulada “VALORES DE CADA DIA” cuyo autor es el Presbítero CIRIACO IZQUIERDO, (ESPECIALISTA EN TEMAS DE LA JUVENTUD Y AUTOR ADEMÀS DE MUCHAS OTRA OBRAS DE IGUAL ORIENTACIÒN) editado en Caracas-Venezuela por Ediciones Paulinas. Año 2003. Expresemos con ese autor lo siguiente:
“LA ESCUELA, CENTRO DE ENCUENTRO
La escuela ha sido como el puente entre la familia y la sociedad, así es en éste marco social donde se integran los jóvenes para ir madurando a través de los procesos de comunicación y entendimiento de los sujetos, en la consecución de fines comunes que se materializan en estructuras que conllevan valores "objetivos", de modo que las tradiciones culturales relevantes para la integración social, puedan llegar a perpetuarse como sistemas de participación social orientados según los valores.
La escuela es el espacio social que sigue a la experiencia familiar; se puede decir que se trata del primer escenario de carácter general en el que el niño, y luego el joven, va a aprender a ser sujeto de la vida social. Es evidente que el sistema escolar tiene una incidencia decisiva en la formación de una sociedad solidaria más allá de las políticas distributivas. La crisis de la educación, cuando se entiende desde la perspectiva utilitaria de acopio de conocimientos técnicos, es evidente. El difícil consenso social sobre los estilos de educación y el necesario pluralismo que tiende a evitar la monopolización de la enseñanza por parte de cualquier instancia social, ha llevado a considerar que era necesario prevenir a los Estados de una intrusión autoritaria en los sistemas educativos. (Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas)”.
Por otra parte el autor continúa expresando:
La Escuela es una institución social que funciona como un medio ambiente donde se desarrolla el individuo, que a su vez refleja la cultura de la que forma parte y transmite a los jóvenes que están en ellas "un determinado modo de ver el mundo", allí se captan una serie de valores que influyen en la conducta: a) el sentido del yo, b) sentimiento de la propia competencia, c) la imagen sobre las posibilidades de los varones y mujeres, d) las relaciones con otras personas, e) la visión de la justicia y f) la moralidad y el conocimiento de que el sistema social va más allá de las funciones de la familia.
La escuela es importante para el desarrollo social porque afecta a los tipos de paradigmas sociales que la persona aprende: la relación que la persona establece con la institución escolar, contribuye en la valoración que la persona realiza sobre sus logros personales, su habilidad de relación con los demás y su participación en el propio proceso educativo, así como el reconocimiento del logro personal por los demás profesores y compañeros. Es importante pues, que tanto los elementos como las personas que configuran el margen escolar del joven, faciliten su desarrollo armónico”.
En cuanto a nuestra opinión acerca del resultado de las investigaciones del Padre Ciriaco Izquierdo, manifestamos nuestra coincidencia con sus planteamientos. Esas situaciones que arrojan sus investigaciones son extremadamente ciertas, particularmente en el proceso educativo venezolano, cualquiera que sean sus niveles, bien desde la educación primaria hasta la universitaria y posuniversitaria. Es fácil localizar en nuestras aulas alumnos con las carencias que sugieren los criterios expresados por Izquierdo, sobretodo si partimos de una escala de valores degradada, distorsionada y errática predominante hoy en la estructura familiar, tal vez debido al proceso de transculturación de sociedades en las cuales lo más importante es el lucro, el bienestar y la prosperidad, las cuales hay que alcanzar sin importar el medio que se utilice o la actitud honesta o no, proba o no, ética o no, justa o no, socialmente aceptable o no, en otras palabras el éxito, entre comillas, es el telos o finalidad de un individuo y de la sociedad de la cual forma parte y aquel debe conseguirse a como dé lugar sin ninguna otra consideración que no sea su logro. Por ello es comprensible que el egresado universitario de hoy, en un sector porcentualmente alto, presente una deficiente formación que lo inhabilita para el ejercicio profesional competente, capaz, actitudinalmente ético, justo y signado por la eficiencia. La problemática no se reduce única y exclusivamente al estudiante o al sistema educativo cargado de omisiones, carencias, políticas gubernamentales erradas , modelos que poseen éxito en otros países y sociedades, pero no en la nuestra, debido a que cada modelo educacional responde o se fundamenta en valores que son propios de la sociedad en la cual rige, de su tradición cultural, de sus costumbres, del perfil de los individuos que la componen, de sus creencias, de sus prioridades, del medio ambiente y de una diversidad de factores que hacen de ese modelo el más idóneo para un tipo de sociedad determinado. El grave problema de nuestro país, ha sido precisamente la importación de modelos que de ninguna manera representan o responden a la idiosincracia del venezolano o del latinoamericano. En nuestros países contamos con una escala de valores que si bien coinciden con la generalidad de los que rigen otros países sean desarrollados o no, pero que también guardan diferencias abismales con estos últimos. La razón o razones pueden ser de diversa naturaleza: desde nuestra ancestralidad indiana, pasando por nuestro mestizaje y concluyendo en una sociedad que es una mixtura, al combinar una estructura económica ruralizada con otra tecnológica y avanzada, y para colmo alienada con aquellos valores de ascenso social rápido, éxito con el menor esfuerzo (Éxito malentendido, pues se le toma como sinónimo de bienes materiales o la posesión de grandes fortunas o patrimonios económicos). No obstante quiero dejar claro y perfectamente establecido que ni soy comunista, ni ateo, ni marxista ni mucho menos socialista, lo que ocurre es que estos fenómenos se producen en todas las sociedades incluyendo estas últimas, por ello no sería científico hacer tabla rasa de los factores que juegan un papel preponderante en una sociedad para impulsarla hacia el desarrollo o mantenerla en la oscuridad mediante el ejercicio de un poder autocrático, totalitario y dictatorial.
Pero la problemática debe tomar en cuenta también además de la escuela y sus estudiantes, al docente o profesor como elemento o factor integrante del proceso de enseñanza-aprendizaje y del resultado positivo o no del mismo. A tales efectos Ciriaco Izquierdo apunta lo siguiente:
“También el profesor ocupa un lugar central en todo el planteamiento, dado que es quien fija la estructura de la clase cooperativa, competitiva o individualista. De sus actitudes y refuerzos dependen el rendimiento, la autoestima y la salud psicosociológica de sus alumnos y desde su acción tutorial se posibilita la participación y eficacia de los padres. El sistema educativo influye decisivamente en la calidad de las relaciones sociales y sus valores. Por ello, su papel en la configuración de una sociedad justa no puede ser cumplido bajo la presión de intereses políticos, ideológicos o partidistas. En suma el problema educativo no es sólo un problema social, sino raíz y fuente de otros muchos problemas de justicia e integración social. Si la institución educativa se configura como factor esencial de socialización y clave fundamental para el desarrollo de una sociedad pluralista integrada y justa, las instituciones políticas, culturales, sanitarias, etc. presentan también una muy especial relevancia al respecto. Los profesores, educadores, padres de familia, adolescentes y lectores de este artículo deben comprender que se debe propender a la formación integral del hombre dentro de una concepción del humanismo cristiano. En consecuencia se sugiere que cada uno de nosotros pueda ser su propio termómetro para evaluar con precisión su estado actual en materia de valores, no sólo en el conocimiento ¿QUÉ ES? Sino también del ¿PARA QUE?
EDUCAR PARA LA VIDA
Educar para la vida, es una de las tareas fundamentales hoy , pero no la contemplamos al considerar a la sociedad como el enemigo a abatir en las grandes lides; no debemos considerar a la sociedad como un ente de disputas, de victorias o frustraciones, sino donde la realización personal redunda en el bien colectivo; siempre es preferible afirmar que “para triunfar en la vida lo esencial es saber florecer donde Dios le plante a cada uno” , de otro modo el triunfo en la vida quedaría empobrecido, sobre todo cuando se reduce simplemente a una victoria material por qué todo ello son logros efímeros para el realce de la condición humana y como tales permanecen como lo que es: materia. Estas adquisiciones por desgracia no modifican el ser sino que se reducen al tener.
El hombre se hace persona cuando sabe ser un individuo social, cuando sabe desenvolverse “dentro del ambiente de sus iguales y de los que no lo son”. La socialización [Entendiendo por socializar <<>>.] eficaz y edificante sólo es posible a través de la educación, es decir, a través de la formación integral que permita al joven vivir una auténtica vida social. El hombre se convierte en persona cuando vale, cuando es capaz de dar a los demás lo mejor de sí mismo, por ello, ha quedado claro y determinado una escala de actitudes que sólo a través de la educación pueden alcanzarse y que sin su concurso sería una misión casi imposible .
La génesis personal de los valores brota primariamente en el seno de la familia. La personalidad se construye a través de una experiencia interior inscrita en el entorno familiar, que transmite al individuo todo un sistema cultural impregnado de valores. En virtud de la comunicación con los padres, el niño descubre las normas y reglas vigentes en las relaciones sociales y el mundo de valores que aquéllas conllevan. Así va configurando paulatinamente, no sólo un mundo de experiencias, sentimientos y emociones, sino también los rasgos de su propia personalidad, por ende los valores constituyen los caminos por los que puede transitar su comunicación y su acción de forma inteligente y armónica.
Los valores no son un producto de la circunstancia de la comunicación, pero sí se hallan asociados a ella. En el proceso de formación de la personalidad los valores son aquellos ejes que forman parte de la configuración interior y definen la orientación general de los comportamientos, y es sabido que la formación de la persona humana se haya ligada a la participación de los "otros relevantes" sobre cuyo modelo y exigencias se constituye la propia personalidad y sus valores.
Hay como una ceguera positiva, que crea y elabora el propio individuo en su empeño de escapar a sus propias exigencias y recluirse en el área de lo utilitario, esa represión y esa indiferencia contemplativa desemboca en formas de fariseísmo e incluso de deformación de los bienes y de los valores. De ahí que la crisis de solidaridad de nuestro tiempo se halle recubierta de discursos de honradez y solidaridad.
Todos estos valores asumidos y vivenciados que configuran la dignidad, reconocidos por todos, dan apoyo y fundamento a un diálogo universal, a un entendimiento generalizado que harán posible la paz, la solidaridad y la tolerancia entre todos los hombres y entre todos los pueblos, así: "La medida de una sociedad viene dada por los valores que cultiva, por los ideales para los que vive o por los fines a los que tiende. Estos valores configurantes de un pueblo, de una cultura, necesitan encontrar vías de explicación para mantener su identidad y consistencia. No puede sostenerse una sociedad del tipo que sea sin alguna forma de reconocimiento público de sus valores".
(…)
“Si los cristianos vivieran como redimidos sería más fácil creer en el redentor”. En esta altura frase de Nietzsche están resumidas todas las exigencias que se le presentan a los cristianos para una total identificación con Cristo y una total renovación de los valores en la familia y en la sociedad: vivir verdaderamente como resucitados.
Como en torno al cristianismo se han creado tantas "historias" (ideológicas, sociales, políticas) siempre podemos caer en el riesgo consciente o inconsciente de pensar que la fe evangélica es un montaje, traído por Jesús. Y sin embargo la renovación que Él trae supone un vuelco tan grande, que el cristianismo debería ser algo muy distinto de un montaje “instalado y prefabricado" porque Jesús nos trajo una corriente del vida, fraternidad y esperanza.
El progreso técnico no da necesariamente la paz y la felicidad. Han fallado las estructuras del espíritu y el mundo de la fe en los destinos del hombre. El hecho está ahí bien señalado. “Creo que la angustia, - decía Halperin- es lo característico del siglo veinte. La filosofía da no es capaz de dar a los hombres la esperanza, una respuesta al sentido de la vida. Es necesario ir más arriba, a la teología, a la revelación, que no fue otra cosa si no Cristo mismo manifestado, revelado en su renovación espiritual", la cual continúa siendo la tarea fundamental de nuestra época y que no se puede realizar sino a partir de las fuerzas espirituales del cristianismo.
Funciones que pueden desempeñar los valores:
a. Los valores son patrones que sirven para guiar la vida de los hombres.
b. Orientan la actividad humana en las situaciones concretas de la vida.
c. Mediatizan de la percepción que nos formamos de los demás y de nosotros mismos. Sirven de base para juzgar a los demás.
d. El sistema de valores un plan general de apoyo y ayuda para evaluar, resolver conflictos y tomar decisiones.
e. Sirven para mantener y exaltar la autoestima.
f. Son metas ideales que trascienden a las situaciones.
g. Son patrones normativos y determinantes de actitudes y conductas.
h. El mundo de los valores constituye la puerta de entrada del mundo de la trascendencia.
I. El sentido trascendente de los valores fundamenta la fraternidad y solidaridad humana.
j. El valor siempre se refiere al ser humano, pero el valor moral trasciende a su portador.
Los valores morales y sociales
La familia, en primer lugar realiza la socialización sobre todo a niveles afectivos y como tal está expuesta a la permisión de "conductas desviantes" y a la fijación de comportamientos y criterios. La escuela permite la socialización secundaria, con mayores niveles de racionalización de comportamientos. Ambas se necesitan y requieren el lugar donde poner en común las expectativas de conducta, así como donde intercambiar criterios que aseguran la coherencia y continuidad de los procesos educativos: criterios de madurez, morales, sobre conflictos generacionales, sobre vida cristiana, etc.
La salud moral se cultiva de forma adecuada en el ámbito de costumbres personales y de virtudes eminentemente cristianas, con la delicadeza social y colectiva. Se expresa por el ambiente efectivamente sano que se respira en el seno familiar, por la alegría frecuente alentada desde el interior, y por la cordialidad con que se establecen ideales comunes.
La familia es la única plataforma educativa que puede garantizar la formación integral de la persona, no sólo en los primeros años de vida en los que la dependencia es absoluta por parte de los hijos, sino en los años posteriores, incluso cuando el hijo crece socialmente y se vincula de alguna forma a los padres, son ellos quienes instruyen con su testimonio, con su palabra, con su consejo oportuno y desinteresado.
Por eso, una familia que intente manifestarse agnóstica o indiferente ante los principios morales, ante las actitudes religiosas, ante la proyección espiritual y sobrenatural de la persona, es una familia es educativamente mutilada. También aquí la neutralidad quiérase o no, es una toma de postura con efectos impredecibles pero inevitables. Lo valores espirituales no se improvisan, sino que son fruto paciente del prolongado trabajo de la sensibilidad, de la auténtica fe. Ellos proceden más de la vida que de la inteligencia, más del interior que de la previsión lógica. Esta información espiritual escapa del mismo marco estrecho del tradicionalismo rutinario y conduce a sentimientos de mayor compromiso, a relaciones de profunda solidaridad social, a más sensibilidad espiritual y social, a mejor disposición ante los actos de culto, ante las normas éticas o ante los servicios sociales.
Actitudes para comenzar la práctica del bien
Contra el frío del egoísmo, el fuego de la caridad.
Contra el frío de la codicia, el fuego de la generosidad.
Contra el frío de la indiferencia, el fuego de la solidaridad.
Contra el frío del rechazo, el fuego de la acogida.
Contra el frío de la soledad, el fuego de la cercanía.
Contra el frío de la duda, el fuego de la vera la.
Contra el frío del desencanto, el fuego de la ilusión.
Contra el frío del hombre, el fuego de Dios.
Ya el lector habrá podido comprender la posición del autor de las presentes reflexiones vinculadas con la educación superior y los títulos que expiden estas máximas casas de estudio. Creo que el conocimiento no lo es todo y que el mismo si no se funda o se afinca en los valores morales, éticos y religiosos de una sociedad y una familia, no puede generar individuos capaces y aptos para la lucha a favor de la justicia y en contra de la pobreza, la corrupción, el abuso de poder, la inseguridad, la carencia de servicios públicos, el bien común y en general universitarios preparados para impedir las transgresiones que ocurren con frecuencia exponencial en la sociedad, en la familia, y en la comunidad internacional. Por ello afirmo que nuestro país debe necesariamente pasar por un proceso de transformación no solamente de su sistema educativo si no de todas las instituciones para que de esta manera podamos enrumbarnos definitivamente hacia el camino del desarrollo económico, social, político, ético y religiosos. Amén.-

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