IMAGEN:PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR, DISERTANDO SOBRE LA PALABRA DE DIOS...
"LAS ORIENTACIONES HUMANAS DEFINEN LA PERSONALIDAD".MEGF. (MARTES02 DE NOVIEMBRE DE 2010).
LA NOTA CORTA. ¿ES UN DISPARATE BIBLICO CONMEMORAR EL DÍA DE LOS SANTOS?
POR PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
MARACAIBO-ESTADO ZULIA-REPÚBLICA BOLIVARIANA DEVENEZUELA-AMÉRICA DEL SUR.
REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED: MARTES 02 DE NOVIEMBRE DE 2010.
Para responder a esta interrogante ofrezco dos Artículos que extraje del sitio catholic.net,en los cuales el lector encontrará argumentos sólidos, firmes, categóricos, y bíblicos, para aseverar que los santos es una fiesta que cuenta con el apoyo de las sagradas escrituras, de la palabra inspirada de Dios, entre los que podemos mencionar los libros del Apocalipsis 7,2-4 9-14, Salmo: 23, Primera Carta de Juan 3, 1-3, 1-3 y el Evangelio según San Mateo 5,1-12ª.
Los santos son todos aquellos que está en la presencia de Dios, no se impone la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, para lograr la santidad, esta genéricamente ya la tenemos todos, por la sola razón de ser hijos de Dios que es Santo, por lo que su creación, también es santa. Pero con el hecho salvífico del Hijo de Dios, Jesús Hombre y Salvador nuestro, a todos se nos perdonaron nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Se nos garantizó la vida eterna, pero…Siempre hay un pero. Esa santidad genérica debemos materializarla con nuestra vida, con nuestras acciones, pensamientos y obras, que concretamos por intermedio de nuestro libre albedrío, que Dios nos regaló y que podría decirse que es la posibilidad de elegir, de escoger, nuestras actitudes, principios, convicciones y por ende nuestros comportamientos, en definitiva; nuestras obras, y nuestra fe y amor a Dios.
La santidad “en concreto” es individual, singular, única y correspondiente a cada persona. No soy santo porque mi padre, mi tía, mi madre, mi hermano, mi compadre, etc, son santos o llegarán a ser santos. La santidad hay que labrarla todos los días, mañana, tarde y noche. La tentación podría atacarnos y sino estamos en el camino seremos mas fácilmente, victimas de ella, caer en el pecado, obteniendo la destrucción de nuestra vida y la perdida de nuestra inmortalidad.
De modo que pedir la intercesión de los santos ante Dios, conducta que nos reclaman nuestros hermanos separados y esperados, no es bíblicamente incongruente, porque si son santos los que están en la presencia de Dios, podrían y de hecho pueden, interceder por nosotros ante Dios nuestro, el cual está frente a ellos, frente a su presencia. He allí algunas de las miles de razones para confiar en nuestros santos, aunque debamos decir, que en la fiesta de los Santos, el centro es Dios, a quien adoramos por encima de todas las cosas, en tanto que a los santos, los recordamos,los admiramos y los veneramos, también esto explica las imágenes de ellos en la Iglesia Católica.
No temas, ni te dejes engañar por la falsa enseñanza de algunos, que afirman “que creer en los santos, ni lo dice la Biblia, y que además es idolatría”, concluyendo luego que los católicos no entraremos en el reino de los cielos por ser idolatras. Hay que recordar que la Iglesia Universal, única y fundada por el propio Jesucristo, es la Iglesia Católica, cuyo primer Papa fue San Pedro, y todos los que le han sucedido, de cuya sucesión, nuestra Santa Iglesia Católica, tiene documentado. Recordar también que la palabra de Dios nos hace referencia a los santos y a su veneración.
“El objeto de esta fiesta es agradecer a Dios por la gracia que ha concedido a sus elegidos y movernos a imitar sus virtudes y a seguir su ejemplo o a implorar la divina misericordia por la intercesión de tan poderosos abogados.
Todos los que están en la presencia del Señor son santos. Unos en los altares, otros anónimos pero no por eso menos cerca del corazón del Padre Eterno.
Hay santos de todas las edades, de todas las razas y condiciones sociales para mostrarnos que todos los hombres y mujeres podemos y somos capaces de ser santos. Unos nacieron en el lujo de los palacios y otros en humildes chozas. Unos fueron militares, otros comerciantes, magistrados, pescadores, monjas, religiosos, personas casadas, reyes, viudas, esclavos y hombres libres y pecadores.
Los hay que llegaron a la santidad por el martirio y los hay que se santificaron día a día con el cumplimiento de las cosas cotidianas, con las pequeñas cosas. Se santificaron en las circunstancias ordinarias de su vida: lo mismo en la prosperidad que en la adversidad, en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza. Siempre supieron hacer, de las circunstancias de su vida un medio de santificación.
En esta fiesta como en las demás conmemoraciones de los santos, es Dios quién constituye el objeto supremo de Adoración y a El va dirigida fundamentalmente la veneración que tributamos a sus siervos, pues El es el dador de todas las gracias.
Nuestras oraciones a los santos no tiene otro objeto que el de pedir y alcanzar que intercedan por nosotros ante Dios, por consiguiente el fervor con que celebremos esta fiesta debería ser un culto de reparación por la tibieza con que dejamos pasar todas las fiestas religiosas del año.
Recordaremos a todos los seres queridos que se han ido y que por la gran misericordia y el amor infinito de Dios están en su presencia y pidámosles que ellos que ya están en el regazo de Padre, nos iluminen para seguir por el camino de salvación”. (Tomado del artículo “Todos los Santos... que están en el Cielo”, autoría de Ma Esther De Ariño, publicado en el sitio: Catholic.net) .
Lectura de los libros de: Apocalipsis 7,2-4 9-14, Salmo: 23, Primera Carta de Juan 3, 1-3, 1-3 y el Evangelio según San Mateo 5,1-12ª.
“Nexo entre las lecturas
La solemnidad de todos los santos nos ofrece una liturgia rica en contenido, en simbolismo y en profundidad doctrinal. El libro del Apocalipsis presenta uno de los pasos más consoladores de la Escritura. Se nos habla del tiempo presente como el tiempo del perdón, el tiempo que hay que “imprimir el sello de Dios en la frente de todos sus siervos”, el tiempo de la predicación evangélica, de la misión. En un segundo momento el apóstol contempla el cielo, ve una multitud inmensa que “ha lavado sus vestiduras en la sangre del cordero”, han pasado por la “gran tribulación”. Son los santos que, después de su gesta terrena, adoran eternamente a Dios en el cielo (1L). El evangelio nos muestra el camino de la santidad: las bienaventuranzas. Quien practica la doctrina de Cristo y sigue sus huellas, es bienaventurado: es puro de corazón, es manso, sabe sufrir por la justicia, llora, es pobre de espíritu. Este es el camino de la felicidad verdadera. Es el camino para dar Gloria a Dios y para salvar a las almas (Ev). Podemos tener esperanza, a pesar de las apariencias tristes de este mundo, porque el Señor nos ha amado y nos ha llamado a ser sus hijos. Nos ha llamado con una vocación santa para darle gloria y vivir eternamente con Él en el cielo (2L).
Mensaje doctrinal
1. La visión de la Apocalipsis. Es preciso que nos detengamos a considerar brevemente las características de la visión de los últimos tiempos que nos ofrece el apóstol. Juan presenta al Ángel venido de Oriente, lugar de donde llega la salvación, que, llevando el sello de Dios, grita con voz potente a otros cuatro ángeles para que no dañen la tierra. Se trata de dar tiempo para que todos los “siervos de nuestro Dios reciban el sello sobre su frente”. En realidad, se trata de una visión teológica del tiempo presente. Del tiempo de la espera de Dios, del tiempo del perdón, del tiempo en el que es necesario extender el Reino de Cristo hasta los confines de la tierra; es el tiempo para poner sobre la frente de los siervos de Dios el sello que los distingue. Así, nuestro tiempo terreno es el tiempo para evangelizar, para anunciar la buena nueva, para bautizar, para llamar a todos a la convocación de nuestro Dios y Señor. La vida de cada uno de nosotros tiene un tiempo determinado y cada uno de los momentos de la misma tiene un valor específico. Cada momento me propone un rasgo concreto de mi donación. A través de esos momentos voy yo construyendo mi poción en la historia de la salvación. Así, el tiempo terreno revela todo su valor: es la preparación de la liturgia celeste, de los coros angélicos y de los santos que alaban al Señor día y noche. Recorramos, pues, el tiempo presente con la conciencia de los tiempos futuros.
Ciertamente el tiempo presente es considerado también como “la gran tribulación”. Desde el inicio de su evangelio, el apóstol Juan nos presenta la venida del Hijo de Dios hecho hombre como el inicio de un combate decisivo entre las tinieblas y la luz (la luz luce en las tinieblas). La vida terrena de Jesús es una vida de entrega a la voluntad del Padre para dar testimonio de la verdad. Él es una bandera de contradicción. Él será juzgado en los acontecimientos de la pasión por defender el amor y la verdad. Es la “gran tribulación”. Sus discípulos no seguirán una senda diversa. También ellos serán juzgados y llevados a tribunales a causa del nombre de Jesús. Pero todos son purificados por la sangre del Cordero, la sangre de Cristo derramada en la cruz por nuestra redención.
Es muy instructivo contemplar las escenas del cielo que nos ofrecen pintores como el Giotto en la Capilla de los Scrovegni en Padua, o de Giusto de’ Menabuoi, o del Beato Angélico. En ellas se distinguen, en orden jerárquico, todas las esferas de los santos que alaban a Dios. En primer lugar María Santísima, reina de los santos. A continuación los apóstoles, los mártires, los confesores etc. En todos ellos se descubre la alegría, danzan, cantan, se felicitan. Parece que tocan con sus manos la luz que emana del cielo. En sus rostros hay paz, alegría, serenidad. Muchos de ellos tienen instrumentos y parece que entonan himnos y cánticos inspirados (Cf. Ef 5,19). Ciertamente son pinturas, pero nos ayudan a penetrar con la fe esa realidad que supera todo lo que podemos esperar y que llamamos cielo, vida eterna, encuentro definitivo con Dios que es amor.
2. El amor con el que nos ha amado el Padre. El amor con el que Dios nos ama es una de las constantes en el pensamiento de san Juan. El apóstol hace memoria frecuentemente de este amor, para que los cristianos sientan el deseo de corresponder a tan grande amor... Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. (1 Jn 4, 16). Se trata, pues, de considerar el amor con el que el Padre nos ha amado, de forma que nos ha llamado Hijos de Dios y los somos en realidad. Por ello, el Verbo se encarnó, para manifestar el amor del Padre.
En un mundo transido por conflictos sociales, políticos, económicos; un mundo que ha visto el sucederse de genocidios en el siglo pasado; un mundo que se asoma temeroso al tercer milenio por el riesgo del terrorismo y la ruina de la civilización; en un mundo así, parece especialmente importante la predicación del amor del Padre; la predicación del triunfo del bien sobre el mal; la predicación de la necesidad de amar porque Dios nos ha amado y nos ha enviado a su Hijo en rescate de todos. En su último mensaje mundial de la paz, el 1 de enero de 2002, el Papa escribía:
“Ante estos estados de ánimo, la Iglesia desea dar testimonio de su esperanza, fundada en la convicción de que el mal, el mysterium iniquitatis, no tiene la última palabra en los avatares humanos. La historia de la salvación descrita en la Sagrada Escritura proyecta una gran luz sobre toda la historia del mundo, mostrando que está siempre acompañada por la solicitud diligente y misericordiosa de Dios, que conoce el modo de llegar a los corazones más endurecidos y sacar también buenos frutos de un terreno árido y estéril”.
Juan Pablo II Mensaje para la jornada mundial de la paz 1 de enero de 2002.
Si nos preguntamos, pues, cuál es el camino de santidad que debe recorrer un cristiano, podemos responder: el camino de las bienaventuranzas. Allí encontramos como la “carta magna” del cristianismo. En las bienaventuranzas encontramos la respuesta a la pregunta ¿Cómo ser cristiano? ¿Cómo serlo especialmente en este mundo tan conflictivo? El camino es de la pobreza de espíritu, de la mansedumbre, del sufrimiento tolerado por amor, el camino de la justicia y del perdón, el camino de la paz y concordia de corazones. ¡Qué tarea tan enorme y entusiasmante nos espera! ¡Que nada nos detenga en este camino de santidad, en este itinerario del cielo! Ahora es el tiempo de la salvación, ahora es el tiempo del perdón, ahora es el tiempo de la evangelización, no dejemos nuestras manos estériles u ociosas ante tan grande y hermosa tarea.
Sugerencias pastorales
1. La búsqueda de la santidad. La llamada a la santidad es una llamada universal. No se dirige sólo a los sacerdotes o religiosos o religiosas. No. Es una llamada universal que toca a todo cristiano. Toca a todo hombre que, en Cristo, ha sido llamado a formar parte de la Iglesia. La santidad no es el dedicarse a grandes rezos o sacrificios. La santidad es la comunión con Dios. La santidad es la obediencia filial y amorosa al Padre de las misericordias. Y a los santos los encontramos por todas partes. Están ciertamente los santos canonizados solemnemente por el Papa, pero se encuentra también ese ejército innumerable de santos que viven en sus hogares, en su trabajo, en sus familias, haciendo siempre y con amor la voluntad de Dios. Personas que por su humildad transmiten a Dios, llevan a Dios en el corazón, en su palabra y en su testimonio de vida. Sin ellos darse cuenta, difunden a Cristo, predican a Cristo, hablan de Cristo. Pensemos ahora en el caso, no infrecuente -especialmente en Italia-, de madres que prefieren llevar su embarazo adelante, a pesar de que eso pone en riesgo su vida. Pensemos en el caso de médicos que atienden gratis a miles de pacientes que no tienen con qué pagar en zonas rurales o de misión. Pensemos en el caso de maestros y maestras de escuelas primarias que han dado su vida entera a la enseñanza de sus alumnos sacrificando horas de esparcimiento y descanso personal. Todos conocemos casos de esta índole. Es fácil encontrarlos en cualquier latitud, pueblo y nación. Por eso, surge siempre la inquietud: ¿por qué no ser yo también santo? ¿Por qué no dejar paso abierto a Dios en mi vida? ¿Por qué no darle a Él, que es amor, el primer lugar en mi corazón?
2. La santidad infantil. El 13 de mayo de 2000, el Santo Padre beatificó a Jacinta de Jesús Marto de 10 años de edad y a Francisco Marto de 11 años de edad. Son los niños de las apariciones de la Virgen de Fátima. Esta beatificación puso ante nuestros ojos una realidad estupenda: la santidad de los niños. Puesto que Dios se revela especialmente a los pequeños y a los sencillos de corazón, debemos tener por ellos un santo respeto. Ellos son capaces de un amor muy profundo por Jesús. No debemos, por ello, menospreciar su edad, capacidad de discernimiento y, en consecuencia, no debemos descuidar su formación cristiana; no debemos olvidarnos de la catequesis; Pongamos ante sus ojos modelos de santidad como los de santo Domingo sabio, Maria Goretti, los tres niños mártires de Tlaxcala y tantos otros. Ellos se sentirán animados a hacer grandes cosas por Dios y por los demás”.( Fuente: catholic.net )
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"LAS ORIENTACIONES HUMANAS DEFINEN LA PERSONALIDAD".MEGF. (MARTES02 DE NOVIEMBRE DE 2010).
Para citar este artículo: si se tratase del caso ejemplificado
GONZÁLEZ FUENMAYOR, Mervy Enrique .El Ejercicio del Principio Inquisitivo: ¿Ofrenda a la Ética o a la Justicia? Maracaibo, Venezuela La Universidad del Zulia. 28-Enero-2009. Disponible en:
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FORMA Y REQUISITOS EN LA CITA DE ARTICULOS, NOTAS, REFLEXIONES AUTORÍA DE MEGF. REDACTADA EL 01 DICIEMBRE DE 2009.
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martes, 2 de noviembre de 2010
LA NOTA CORTA. ¿ES UN DISPARATE BIBLICO CONMEMORAR EL DÍA DE LOS SANTOS?
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