lunes, 25 de febrero de 2008

Vídeo: "El trabajo no es lo más importante".

El trabajo, los afanes y las obligaciones cotidianas no pueden desplazar la importancia de Dios por encima de ellas. Los seres humanos, tal vez arrastrados por un esquema de valores equivocado, se ocupan más de sí mismos, de sus metas, propósitos, objetivos, trabajos etc. que de las cosas más trascendentales, entre las cuales podrían mencionarse: la verdad, la justicia, la paz, el ejercicio de la caridad, el altruismo, la solidaridad, el amor al prójimo, en una palabra los valores supremos que hacen de la existencia humana un valor en sí misma. Pensamos que si logramos tener un trabajo, una buena casa, un buen salario, un grado de profesionalización académicamente elevado, sí poseyéramos el reconocimiento no sólo de nuestro entorno sino también de la sociedad, ello nos daría la felicidad plena. Permíteme desengañarte. La felicidad verdadera no se encuentra focalizada en esos bienes pasajeros y efímeros. Aquella está en los valores que inicialmente se señalaron y que están vinculados, como ha quedado escrito, con la justicia, la verdad, el amor, la solidaridad: en una palabra la fe y el cumplimiento de los mandatos de Dios. Quiera Dios se subordina obtendrá su reconocimiento y éste se traducirá en bienestar, paz eterna, salud espiritual y por añadidura salud física, y un estado de conciencia plena en perfecta armonía con Dios creador, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El libre albedrío y el discernimiento que Dios nos concedió te permitirá seleccionar o la felicidad falsa o la verdadera.

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